Durante dos
décadas el fantasma de Ernesto ‘Che’ Guevara desveló y enloqueció al imperio,
la derecha continental y esos puristas de izquierda que se autorrotulan como
‘revolucionarios’. Por eso descargaron su furia, su odio y su terror contra la
más mínima sombra del Guerrillero Heroico. Para algo funcionaban la CIA, el
Comando Sur y la Escuela de las Américas, esa fábrica de asesinos en serie.
Para algo también habían nacido Videla, Pinochet y otros criminales semejantes.
Luego surgió a la
historia el comandante Hugo Chávez Frías, que condujo la liberación de
Venezuela e inició la Revolución Bolivariana, la cual regó su luz en todo el
continente, propiciando independencia y soberanía antes negadas a nuestras
naciones por orden de las transnacionales petroleras y bananeras, en yunta con
las oligarquías criollas. El programa de Chávez era muy simple: devolverles sus
riquezas, su voz y sus derechos a los postergados y marginados de siempre. Esos
logros conquistaron el corazón de las multitudes. Tanto que cuando en abril de
2002 el comandante fue derrocado, secuestrado y conducido al pie del paredón,
un océano de pobres descendió de los cerros de Caracas y rescató a su legítimo
Presidente. El elegante sombrero del Tío Sam rodó por los suelos y los
complotados, que se disponían a celebrar la danza de la victoria, huyeron por
las alcantarillas, entre ellos el tal Capriles.
Pero el imperio es
el imperio y la burguesía es la burguesía. Pronto recogieron su colección de
momias y momios, les revivieron con suculentas inyecciones de dólares, y se
lanzaron nuevamente a la carga. Uno de los principales profetas de Washington,
el pastor Pat Robertson, republicano de la banda de Bush, dijo entonces que el
problema Chávez era fácil de resolver: pagar un sicario y pegarle un tiro. No
fue preciso hacerlo: la muerte se burló del asesino.
Con la
desaparición física del comandante, reemplazado en la Presidencia por Nicolás
Maduro, un obrero de manos callosas y corazón bien puesto, los representantes
del capitalismo salvaje se creyeron en el cielo, y desataron el infierno.
Guarimbas, francotiradores, campaña mundial de mentiras y desinformación, todo
lo montaron para deshacerse del gobierno bolivariano, pero este se ha mantenido
en pie y este domingo 6 de diciembre conduce un proceso democrático contra
viento y marea, contra los yanquis y la OEA, para elegir un parlamento de
acuerdo a la Constitución bolivariana.
Los resultados son
previsibles: si pierde la oposición habrá guerra, y si gana, también habrá
guerra. En el primer caso, se hablará de fraude, se desatará la furia en las
calles, se cometerán atentados, se invocará la intervención armada de los
yanquis y la OTAN. Y si gana, la oposición desatará desde el Parlamento, apoyada
en los grandes medios nacionales e internacionales, una guerra total contra las
instituciones, las leyes y las organizaciones creadas por la Revolución
Bolivariana. Será la nueva forma de matar a Chávez.
En uno u otro
caso, la derecha continental unirá sus estandartes guerreros a la restauración
conservadora-neoliberal de Venezuela. Ya lo hizo Mauricio Macri en Buenos
Aires, a pocas horas de su triunfo del 22 de noviembre. Y lo vemos ya en
Ecuador, donde los voceros de la restauración anuncian su propia guerra tras el
biombo de oponerse a las enmiendas constitucionales. Por su parte, el grito
fascista resuena en todas partes con el mismo tono: no queremos más Revolución
Bolivariana. De una vez, matemos a Chávez.
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P.D. Le invito a que escriba su
comentario en el recuadro de abajo, no importa si está a favor o en contra.
Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M.
Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
Un escritor, poeta, literato, revolucionario dedbería estar como ministro departiendo su sabiduría y ejemplo de vida x todo el ECUADOR.....necesitamos del maestro como un ejemplo que serviría de guía para un proceso que debe durar x lo menos 100 años....f. Humberto G.
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