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miércoles, 30 de diciembre de 2015

LA MUERTE DE RICHELIEU LEVOYER


El reciente 23 de diciembre falleció en Quito, a los 85 años de edad. El general Richelieu Levoyer, figura emblemática del Ejército ecuatoriano, de cuyo servicio activo se hallaba retirado. Su muerte deja un sensible vacío en las filas militares y enluta a la patria toda, que le debe invalorables servicios, especialmente los cumplidos en defensa de la integridad territorial,  la democracia real y el derecho de las masas populares a que su voz sea escuchada.

Cuando el corrupto y agresivo militarismo peruano, aupado como siempre por los mandos militares yanquis, desataron el conflicto de Paquisha contra nuestra patria, el general Levoyer, ubicado en El Oro, al mando de 25 mil soldados, constituyó un baluarte contra el expansionismo empujado desde Lima por el mandatario Fernando Belaúnde. Detrás de la agresión se agazapó entonces la consigna norteamericana de acabar con el gobierno latinoamericanista de Jaime Roldós Aguilera. Esto pocos meses antes de que el complot de la CIA y la derecha criolla acabaran con su vida.

En los años inmediatamente anteriores a Paquisha, el papel desempeñado por el general Levoyer fue notable y para entenderlo hay que situarse en aquel momento. Los mandos militares se hallaban rabiosamente decididos a tumbar al gobierno presidido por el general Guillermo Rodríguez Lara, bajo la inspiración y el billete de la Texaco (Chevron) y demás empresas anglonorteamericanas que se habían repartido el suelo y el subsuelo del país, y a las que recortó las uñas ese régimen, especialmente gracias a la conducta de la Marina, representada por el ministro de Recursos Naturales, contralmirante Gustavo Jarrín Ampudia
  
Caído Rodríguez Lara, se inició el régimen de los "triunviros": Alfredo Poveda Burbano, por la Marina; Leoro Franco, por la Aviación, y por el Ejército, el general Guillermo Durán Arcentales, un peligroso fascista con inconfundibles nexos con la CIA. Por fortuna, al no lograr constituir un solo bloque antinacional y derechista, militares pundonorosos y honestos hubieron de ser tomados en cuenta por el régimen para ocupar importantes funciones; fue principalmente el caso del general Levoyer , llamado para el Ministerio de Gobierno. Desde este puesto, Levoyer hubo de ejecutar políticas que desafiaron las orientaciones básicas de los "triunviros". Dos fueron sus acciones más sobresalientes: la supresión del Retén Sur y los diálogos políticos para hallar una salida democrática a los diez años de dictaduras sucesivas. 

El Retén Sur, ubicado en Chimbacalle, Quito, era un antro carcelario donde igual se torturaba a presos políticos que a delincuentes comunes o a simples ciudadanos acusados de cualquier cosa. En ese antro se violaba a mujeres detenidas y se traficaba a dos manos con la libertad y la justicia. Suprimirlo era desafiar a poderosos jefes policiales y a políticos derechistas que lo sostenían como instrumento de intimidación ciudadana. El ministro Levoyer tuvo el valor de suprimir esta vergüenza nacional. 

En cuanto al diálogo para el retorno a la democracia por medio de elecciones, topaba con dos obstáculos fundamentales: la derecha política, encabezada por León Febres Cordero que buscaba una dictadura propia, y el sector golpista de los "triunviros" que se negaba a entregar el poder. El ministro Levoyer abrió el diálogo con sectores sociales y políticos ubicados en el plano nacionalista y de posiciones izquierdistas, logrando con ello desbaratar los planes para eternizar las dictaduras. Gracias a esa apertura, se consolidó el camino eleccionario, que poco despúés llevó al triunfo al joven líder Jaime Roldós Aguilera.

Hoy, cuando en nuestra patria vuelven a sonar tambores de guerra golpistas, originados por los mismos intereses locales y extranjeros que combatió el general Richelieu Levoyer, el duelo cunde en el seno del verdadero pueblo ecuatoriano, y la democracia inclina sus banderas al paso de su cadáver.


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C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
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miércoles, 16 de diciembre de 2015

LA RESTAURACIÓN

En un  diálogo que sostuvimos con fervorosos partidarios de la Revolución Ciudadana, saltó candela. Fue al momento en que dos de ellos, comentando los reveses electorales de Argentina y Venezuela, manifestaron que en los dos países se menciona el peligro de la "restauración conservadora-neoliberal", como también lo sostienen aquí dirigentes de Alianza País en relación al futuro nacional. Y los dos confesaron que no entienden bien de lo que se trata y que - lo más grave- las bases con las que trabajan en el sur de Quito, lo entienden menos todavía.

Si no estuviéramos vinculados a la gente en diversos lugares del país y por distintos antecedentes y conductos, creeríamos que esa preocupación de los dos "correístas" no tiene mayor trascendencia; pero es el caso que, más allá de la anécdota, esto refleja un verdadero vacío en la formación política de la militancia partidaria del actual proceso, lo que significa que no hay sensibilidad en los planos directivos para rectificar rumbos organizativos, luego de los rotundos fracasos del 23 de febrero del 2014, en que desde las bases se inició la reiterada exigencia de que se atienda, entre otras medidas urgentes,  la capacitación de partidarios y simpatizantes.

Desoír este clamor significa desechar los anhelos de quienes, eso sí, a la hora de las marchas y contramarchas, son requeridos para el  apoyo callejero, en el que  unos cuantos salen con la cabeza rota, como ha ocurrido incluso con dirigentes de País. 

Claro, a nosotros, simples mortales y preocupados editorialistas, no nos corresponde actuar en el plano concreto de implementar medidas ni procurar remedios para estos males. Eso les corresponde a las respectivas dirigencias. Lo que nosotros hacemos es recoger el rumor del río, porque sabemos bien que cuando el río suena...derrotas trae.

Por lo demás, resulta simple definir en qué consiste la famosa restauración conservadora-neoliberal. Se trata de volver a un pasado que es reciente, y que en toda   nuestra América se caracterizó por el uso de las leyes y del Estado para beneficio de empresas multinacionales -petroleras, mineras, agrícolas, farmacéuticas, etc.- que extraían grandes ganancias de nuestros recursos e impedían el desarrollo de las naciones. Y para beneficio de las oligarquías.

Se trata de volver al tiempo en que la salud estaba en manos de las clínicas privadas y de profesionales de alto costo. 

Se trata de volver al tiempo en que las universidades, los colegios secundarios y las escuelas eran un suculento negocio, aunque impartieran conocimientos mediocres y rifaran los títulos académicos.

Se trata de volver al tiempo en que la banca privada te metía la mano en el bolsillo y te robaba tus ahorros. Se trata de volver al tiempo en que los obreros eran tercerizados y perdían su derecho a la estabilidad y a un salario digno.

Se trata de volver al tiempo en que las amas de casa, las empleadas domésticas y los trabajadores informales carecían de todo derecho y de seguridad social.

Se trata de volver a la época en que tal o cual jefazo militar o policial tenían a la tropa como una suerte de peones propios y de guardias privados.

Se trata de retornar a esos congresos nacionales en que imperaba el hombre del maletín para comprar votos de los diputados e impedir así fiscalizaciones necesarias y promulgación de leyes y decretos para defender a los pobres y salvaguardar la soberanía nacional.

Eso, en síntesis, es la restauración conservadora-neoliberal y hacia allá se encaminan las fuerzas que triunfaron en Argentina y Venezuela. Que triunfaron por la fuerza del billete, de la acción desinformadora de los grandes medios privados, de las ONG financiadas por el gran capital imperialista, pero que triunfaron  también por los errores cometidos por los gobiernos progresistas de los dos países hermanos, como fue la burocratización del proceso revolucionario, la ausencia de autocrítica y el compadrazgo frente a la corrupción.

Con el agravante de que los restauradores del viejo sistema tienen al interior de las fuerzas progresistas y revolucionarias, cómplices efectivos y restauradores emboscados.


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miércoles, 9 de diciembre de 2015

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA


Los revolucionarios son cabezas duras para asimilar la realidad, y presas fáciles de la fantasía y la ilusión. Ocurre siempre cuando llegan arriba. En tal caso, se producen frecuentes manifestaciones de esa enfermedad de altura que es la arrogancia del poder. Gobernantes, parlamentarios, autoridades que se hallan en la línea, se tornan triunfalistas, se enconchan como galápagos frente a la crítica, abren su oído solo al elogio y a los cantos de sirena. Se ciegan a la presencia de los agentes del fracaso, que generalmente son aduladores que alaban a quienes mandan mientras ellos meten la mano en el bolsillo del pueblo, en ministerios, aduanas, gobiernos seccionales, dondequiera. Aquellos dirigentes equivocados, pudiendo atraer a los amigos y a los vacilantes, los menosprecian, los marginan, incluso los condenan.

Este panorama lo conocemos bien los ecuatorianos. Fue lo sucedido el 23 de febrero del 2014 cuando Alianza País sufrió una estrepitosa derrota nacional, tan catastrófica que esa misma noche el presidente Rafael Correa  criticó males de bulto como el sectarismo presente en todo aquel proceso, y las fáciles mentiras según las cuales se contabilizaban miles de comités revolucionarios que no existían.

Era de suponer que luego de aquella derrota apabullante, funcionarían la crítica y autocrítica necesarias y saludables. Pero no: esa misma noche el oportunismo, cubriéndose con ropaje socialista, lanzó la famosa consigna de la reelección presidencial, entregando así una suculenta troncha a la demagogia hambrienta, a la política de desinformación y montajes en que son diestros los expertos en imagen, siempre bien pagados por multinacionales y bancos privados, cuando no directamente por la CIA.

Lo sucedido aquí el 23 de febrero del 14, se reprodujo en grande el pasado 22 de noviembre en Argentina, con el triunfo de Mauricio Macri, y en proporción mucho más grande en Venezuela el reciente 6 de diciembre. Claro que los casos difieren mucho, pero cumplen una misma hoja de ruta trazada por el imperio, en su plan de restauración conservadora y neoliberal en nuestra América Latina. Esa hoja de ruta contempla en todos los casos anotados (y por supuesto en el Brasil caotizado este momento por iguales designios), la utilización de una enorme maquinaria contrarrevolucionaria, que incluye la acción de la partidocracia resucitada ex profeso, el empleo masivo de las aplanadoras mediáticas, el sabotaje y la guerra económica, con episodios de muertes fríamente preparadas.

En el caso de Venezuela, fue el propio presidente Obama quien trazó la línea en el pasado marzo, cuando declaró  a los cuatro vientos: "Venezuela se haconvertido en una amenaza inusual y extraordinaria contra la seguridad nacionalde Estados Unidos y su política internacional". Dicho de otro modo: según Washington, ese peligro venezolano - Revolución Bolivariana, chavismo, presencia del presidente Maduro-, había que echarlo abajo. La obra devastadora ha comenzado con el triunfo de la contrarrevolución. Claro que la Revolución Bolivariana no arriará sus banderas, pero la recuperación del camino perdido será dura, larga y amarga.

Aquí vale una reflexión (aunque sea una voz clamando en el desierto):  nada de ello tendría el efecto demoledor de los mencionados fracasos si no fuera porque los revolucionarios, situados en los engranajes del poder, les facilitan a los restauradores y fascistas la obra destructora gracias a sus políticas en que sobran los beneficiarios y faltan los conductores.  De allí la necesidad y la urgencia de emplear esos instrumentos irremplazables como son la crítica y la autocrítica en los procesos revolucionarios. Si no se lo hace, pronto tendremos nuevos capítulos de esta novela del terror: Crónica de una Muerte Anunciada.

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