Así, crudamente, le bautizaron al petróleo los venezolanos de ayer. Y es
que esta sustancia oscura y maloliente, tóxica y pegajosa que brota de las
entrañas candentes de la tierra, tuvo para la patria del Libertador
el efecto tenebroso de una evacuación de Satanás. El resultado de su masiva
explotación por parte de los Siete Dinosaurios Petroleros (Standard Oil,
Texaco, Shell, etc), fue un cúmulo de males como la ruina del campo, el
crecimiento canceroso de las urbes, el desempleo masivo, la corrupción
piramidal, las dictaduras disfrazadas o abiertas, el coloniaje del país por las
compañías imperialistas y sus respectivos gobiernos, principalmente asentados
en Washington. Esta tragedia del hermano y valeroso pueblo duró más de un
siglo, hasta que llegó el Comandante y mandó a parar. Sólo entonces esa
materia diabólica, que había servido para consolidar las incalculables fortunas
de los amos extranjeros y de una burguesía entregada a su servicio, comenzó a
ser benéfica, a servir a los pobres y permitir, por primera vez desde la
Independencia, la construcción de una patria libre. Esto gracias al triunfo de
la Revolución Bolivariana. Aún así hasta hoy son duros de romper los grilletes
neocoloniales traídos por el petróleo, especialmente la corrupción que se
heredó del pasado y que se ha convertido en el principal problema a combatir
por parte del gobierno de Nicolás Maduro, en medio del sabotaje criminal y las
tentativas de magnicidio implementadas por la CIA, ese otro excremento de
Satanás.
¿ Y qué decir de la suerte de otros pueblos del continente, como Bolivia
y Paraguay, enfrascados en la Guerra del Chaco en los años 30 del siglo XX,
solo para cargar más de 100 mil muertos y una miseria sin nombre, para gloria
de la Standard Oil y la Shell, causantes de esa guerra? ¿Y qué agregar acerca
de la suerte de México, que le hizo exclamar al poeta, en la época del saqueo
incontrolado de su oro negro: POBRE MEXICO, TAN LEJOS DE DIOS Y TAN CERCA DEESTADOS UNIDOS? ¿Y qué hablar del África Negra, de los países árabes o
asiáticos muchos de ellos sumidos en desangraderos sin fin como Libia, Irak o
Siria, por las agendas secretas de las multinacionales del petróleo y sus gobiernos
genocidas?
Pero no vayamos tan lejos, que la mierda del diablo también cubrió a la
República del Corazón de Jesús - nuestro Ecuador- hasta hace poco. Podríamos
recordar muchas historias sucias y tristes, como lo que ocurrió con la Península de Santa Elena durante 60 años del siglo reciente, con la Anglo Ecuadorian Oilfields devorando todos los bosques peninsulares para dejarnos
un desierto y pueblos empobrecidos, o peor aún la historia de la Texaco (
hoy camuflada tras la Chevron) que devastó bosques amazónicos, contaminó ríos y
lagunas, causó más de mil muertes por cáncer y que hoy, sentenciada a pagar 19
mil millones por los daños causados a los pueblos amazónicos y a su habitat
biodiverso, recurre a toda clase de presiones y amenazas a través de mafias
parlamentarias y mediáticas de los Estados Unidos, sin que los ultraecologistas
de nuevo cuño que proliferan en el Ecuador ahora y derraman lágrimas de
cocodrilo por Yasuní, recojan firmas ni alcen el gallo contra la infamia
del siglo que constituyó la entrega de gran parte de nuestro Oriente a la Texaco
por decreto de la Junta Militar impuesta por la CIA en 1963 , llevándose a
precio de gallina enferma más de mil millones de barriles de petróleo, para
ella dulce y abundante manjar y no excremento alguno del demonio.
Sobre estas historias y otras pestilencias, sobre Yasuní y otros platos
desagradables volveremos a jueves seguidos las próximas semanas. Que por ahora
no queremos recordar más de estas evacuaciones infernales, ampliamente
descritas por nosotros en las páginas de El Festín del Petróleo..
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P.D.
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a favor o en contra. Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M. Luis Fernando
Carvajal Herrera.
Atte.
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