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miércoles, 30 de septiembre de 2015

30 S: LECCIONES PARA TODOS


Está fresca aún la sangre derramada el 30 de septiembre del 2010 por acción de los golpistas que intentaron derrocar al presidente Rafael Correa, y que  condujeron la situación al borde del magnicidio. Hasta el momento hay 179 sentenciados porla justicia, aunque sin duda falta por descubrirse el rostro de los autores intelectuales que, dentro y fuera del país, atizaron el fuego de la conspiración que estalló ese día.

De los hechos ocurridos se desprenden varias lecciones, que suponemos han sido o deben estar en proceso de análisis por unos y por otros: por los golpistas, por el gobierno y el movimiento País, por los simples ciudadanos de a pie, y por cierto, por los demás gobiernos progresistas y revolucionarios de América Latina.

En lo que corresponde a los golpistas, sin duda habrán llegado a la fácil conclusión de que no hay que cantar victoria antes de hora, que deben ajustar mejor las cargas mediáticas y políticas, así como  proceder con mayor celeridad en el momento preciso, soltando los tiros que haya que soltar sin pérdida de tiempo. Habrán aprendido que los golpes de Estado no se dan: se organizan.

Para el gobierno, una primera y grave lección es la de que no puede confiar en una inteligencia que no es inteligente o que está infiltrada y comprometida justamente con la oposición, con los que buscan frenar todo proceso de cambios, pues responden a los intereses imperiales (por ejemplo Chevron, Oxy, CIA, Comando Sur, etc.) y a los apetitos oligárquicos de restauración conservadora y neoliberal.

Pues entonces resultó inconcebible que nadie supiera nada en las altas esferas respecto de lo que se venía cocinando, cuando la famosa reunión de Miami, una semana antes del intento golpista, los anuncios se dieron en voz alta por conspiradores como Roberto Isaías, el informador de la CIA mayor Mario Pazmiño, Lucio Gutiérrez  y otros tantos.

Para Alianza País las lecciones resultan múltiples. La primera de todas es que -al menos a ese momento- la falta de una verdadera organización le impedía movilizar grandes masas en el territorio nacional, mientras la muchedumbre que llenó en Quito las calles aledañas a los hechos, la constituyeron en su mayoría simpatizantes del presidente Correa, hombres y mujeres movidos por la indignación de ver la audacia y brutalidad de los golpistas, que ponían en peligro la vida del líder y un proceso revolucionario que la gente busca y quiere angustiadamente. Otra lección al respecto es que la frondosa burocracia instalada por País en todos los escalones administrativos a lo largo y ancho de la nación, en el momento preciso no cuenta para frenar las arremetidas golpistas. La formación académica y tecnocrática de los funcionarios, por alta y respetable que sea, tiene que combinarse con  la militancia diaria en medio de la masa, en la ciudad y el campo, si se aspira a conseguir credibilidad, influencia y liderazgo.

Para los medios públicos y los comunicadores sociales adheridos a los postulados de la Revolución Ciudadana, el reto que se desprende del 30 S resulta múltiple: allí figura la necesidad de concebir la información como una tarea diaria de desenmascaramiento incisivo de los enemigos del proceso, de los intereses contrarios, del papel del imperio y sus devotos, dejando a un lado la réplica de la farándula, los culebrones y las películas de 'acción' que enferman y desmoralizan a la ciudadanía, con notable influencia en los medios juveniles.

En lo que corresponde a las naciones latinoamericanas donde se operan procesos revolucionarios y progresistas, la lección más importante estriba en el reconocimiento de que existe una internacional golpista, manejada y aceitada desde Estados Unidos, que unifica y financia una política de desestabilización de todos los gobiernos que buscan un camino de independencia y soberanía. Para comprobarlo está la conjura internacional contra el gobierno de la Revolución Bolivariana en Venezuela, conjura que cuenta con un equipo descalificado pero actuante y tenaz de ex gobernantes como Álvaro Uribe, Alan García u Osvaldo Hurtado, que sueñan con volver al pasado y enarbolan las raídas banderas de la restauración en todo el continente.

Estas son algunas de las visibles lecciones del 30 S, y sería lamentable y grave que quienes mejor las hubieran asimilado resulten los golpistas ávidos de poder y que nunca descansan.


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C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
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miércoles, 23 de septiembre de 2015

LLANTO Y ESPERANZA


Acaba de celebrarse en Quito un suceso extraordinario, de alcance histórico continental: el encuentro entre Nicolás Maduro, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, y Juan Manuel Santos, Presidente de Colombia. Encuentro que bien podría evitar que la sangre llegue al río, en un conflicto bélico que vienen propiciando los halcones del Pentágono y la CIA conjuntamente con Álvaro Uribe, el papa santo de la derecha latinoamericana, organizador y protector de las bandas paramilitares que llenaron de tumbas y de lágrimas los campos de Colombia, bajo el pretexto de combatir a las guerrillas de las FARC y el ELN(Ejército de Liberación Nacional).

Como todos sabemos, hace un mes el presidente Maduro ordenó el cierre de la frontera de Venezuela con Colombia, para defender a su patria de los ataques de los paramilitares así como del saqueo de gasolina, alimentos y productos diversos de Venezuela, por parte de contrabandistas colombianos. Por desgracia, esta medida tuvo un efecto social y político lamentable: gran parte de los residentes colombianos de la zona en cuestión, en un acto de angustia y desesperación se lanzaron de retorno  al territorio colombiano, aunque nadie los expulsaba de Venezuela, país donde viven, como en patria propia, seis millones de colombianos. Este éxodo inesperado, fue fruto de una guerra de nervios alimentada malévolamente por el golpismo procedente de los dos países, que trata de derrocar al gobierno legítimo y  popular que preside Maduro. Esto sirvió para desatar una campaña enorme de medios en el continente, que pintaba con colores trágicos lo sucedido. Ellos, que no vierten su llanto por el drama de los niños ahogados en el Mediterráneo en su huida de África y Medio Oriente, en este caso derramaron copiosamente lágrimas de cocodrilo.

El ambiente se caldeó peligrosamente de lado y lado, aunque Maduro sostuvo desde el comienzo la necesidad de un encuentro con el presidente Santos 'cara a cara', para lo cual no había condiciones dada la temperatura de los ánimos.

En ese punto surgió la iniciativa del presidente Rafael Correa y del canciller RicardoPatiño, a la que se unió el presidente uruguayo Tabaré Vásquez, para un encuentro de los dos mandatarios en Quito a fin de propiciar un acuerdo que permita desmontar los riesgos de la controversia y llegar a soluciones pacíficas del diferendo, lo que se logró el día 14 de este mes en nuestra capital.

El resultado de este encuentro tiene resonancias múltiples. En primer lugar, demuestra que el camino del diálogo franco, abierto y respetuoso es posible pese a las diferencias de proyectos y sistemas políticos, si las partes optan por el bien común y no tratan de imponer ideologías ni modelos. Esto favorece las conversaciones de paz que se efectúan en Cuba entre el movimiento guerrillero de Colombia y el gobierno de Santos, anhelo de la inmensa mayoría de colombianos, pese a las presiones de los guerreristas norteamericanos y sus socios paramilitares y narcotraficantes que buscan a toda costa la continuación de la guerra civil que dura ya 67 años, desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, líder liberal y revolucionario adorado por las masas pobres de Colombia, ocurrido el 9 de abril de 1948. Paz que, de lograrse, también  beneficiará enormemente a nuestro Ecuador, que hoy aloja a cerca de 100 mil colombianos, con todos los costos sociales y económicos que esto significa.

Por lo demás, el acuerdo de Quito es un notable triunfo de la CELAC, dirigida temporalmente por Rafael Correa, y de UNASUR, conducida por el presidente uruguayo, también temporalmente.

Así en medio del llanto de los pobres de Colombia, y en particular de sus pobladores fronterizos, brilla una esperanza que todos debemos sostenerla con fuerza, pese a las rabietas de los halcones de Washington, que quieren desarrollar a toda costa sus siete bases militares de Colombia para el dominio total de nuestra América.

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miércoles, 16 de septiembre de 2015

SEPTIEMBRE, MES DE LA CIA


Bueno, en verdad no solo septiembre es el mes de la CIA. De ella son todos los meses y días del año. Desde que nació en 1947, se apropió del tiempo y del espacio, para desgracia de la humanidad. Pero septiembre tiene un significado muy especial por dos motivos: el 11 de septiembre de 1973 la CIA logró su golpe maestro: derribar y asesinar a Salvador Allende, instalando en el poder a Pinochet, lúgubre símbolo del neoliberalismo, en medio del reinado del terror que cobró miles de víctimas entre muertos, desaparecidos, heridos y exilados. 


En fecha similar, el 11 de septiembre de 2001 se produjo el atentado contra las Torres Gemelas, que si no fue ideado o, al menos, permitido por el Pentágono y la CIA, sirvió de pretexto para desatar guerras monstruosas por parte de Washington y su brazo internacional llamado OTAN. Irak, Afganistán, Libia, Siria, Yemen son secuelas de las llamadas guerras preventivas instaladas por el imperialismo yanqui bajo el pretexto de "combatir al terrorismo" donde quiera se encuentre.

El drama de los prisioneros de Guantánamo, que avergüenza a la humanidad (menos a los Estados Unidos), y los niños árabes muertos en el intento de hallar refugio en Europa, son apenas dos de las múltiples secuelas de la demencia universal desencadenada por los amos del mundo. Y van para adelante nuevas amenazas bélicas contra Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Venezuela, en fin, contra todos los estados y gobiernos que defienden su soberanía nacional y su independencia. En  todos estos acontecimientos criminales la estrella de la CIA brilla en lo alto con luz propia.

En el caso de Ecuador, nuestra patria tiene su propio calvario que contar respecto de este infausto mes, en relación con el primero y el último día de septiembre.

Efectivamente, el 1 de septiembre de 1975, un hombre de la CIA (identificado como tal por Philip Agee, con quien colaboró siendo jefe de inteligencia militar), el general Raúl González Alvear, encabezó un sangriento golpe de Estado que cosechó 22 muertos, entre soldados y civiles, en el afán de derrocar al gobierno del general Guillermo Rodríguez Lara, 'para acabar con su desastrosa política petrolera', como reconoce abiertamente el militar golpista en sus 'Memorias', libro que debería leer todo militar ecuatoriano a riesgo de sufrir un ataque de vergüenza ajena, por la cobardía de dicho protagonista que dirigió el complot desde la Funeraria Quito, y huyó desesperadamente del Palacio de Carondelet cuando ya sus tropas lo habían tomado, y corrió a refugiarse en la casa del embajador norteamericano, quien lo recibió muy fraternalmente pero no pudo concederle asilo por falta de convenios entre los dos países, facilitándole, eso sí, que escapara  a encontrar asilo en la casa del embajador chileno Schauffer, digno enviado de Pinochet.

Un sonado fracaso de la CIA, que de hecho se hallaba tras de la  intentona, no sólo por la condición de su súbdito sino porque ella manejó tras bastidores toda la campaña contra el gobierno de "Bombita", como lo exigía Texaco (hoy Chevron), a fin de acabar con la política nacionalista inaugurada por el Contralmirante Gustavo Jarrín Ampudia, Ministro de Recursos Naturales, la cual determinó la consolidación de CEPE y el ingreso de Ecuador a la OPEP como necesarias medidas soberanas.

El intervencionismo de la CIA vuelve a incendiar el país el último día de ese mes, el 30 S de 2010, cuando el intento de golpe de Estado  contra la Revolución Ciudadana y el magnicidio del presidente Rafael Correa. 

Si alguien  lo duda, solo recuerde que el coronel Mario Pazmiño,  hombre que trabajaba con los oficiales de la CIA acreditados en la embajada, formó parte del conciliábulo de Miami, que reunió a Lucio Gutiérrez, Carlos Vera, Roberto Isaías y otros tantos, pocos días antes, para hacer ostensible su voluntad de acabar con el gobierno de Rafael Correa.

Vale  también la pena que los escépticos sepan que vísperas del fallido golpe volvió al Ecuador discretamente la famosa espía Swat, que durante años manejó a la cúpula policial como si fuera hacienda propia, luego huyó del país pero estuvo en esos  días en Quito, entusiastamente acogida por parlamentarios de Sociedad Patriótica.

Por todos estos antecedentes, es bueno recordar septiembre, para esclarecer la mente, encender los corazones fríos y proclamar con firmeza NUNCA MÁS LA CIA EN NUESTRA PATRIA. 

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