Bueno, en verdad no
solo septiembre es el mes de la CIA. De ella son todos los meses y días del
año. Desde que nació en 1947, se apropió del tiempo y del espacio, para
desgracia de la humanidad. Pero septiembre tiene un significado muy especial
por dos motivos: el 11 de septiembre de 1973 la CIA logró su golpe maestro: derribar y asesinar a Salvador Allende, instalando en el poder a Pinochet,
lúgubre símbolo del neoliberalismo, en medio del reinado del terror que cobró
miles de víctimas entre muertos, desaparecidos, heridos y exilados.
Una historia conocida,
que se dio bajo la batuta de Henry Kissinger, desde entonces asesor de todos
los jerarcas de la Casa Blanca. Ahora mismo Chile anda buscando las tumbas de sus seres amados, y exigiendo justicia para castigar, en la realidad o la memoria, a esa horda de asesinos que le inundaron de luto y sangre.
En fecha similar, el 11 de septiembre de 2001 se produjo el atentado contra las Torres Gemelas, que si
no fue ideado o, al menos, permitido por el Pentágono y la CIA, sirvió de
pretexto para desatar guerras monstruosas por parte de Washington y su brazo
internacional llamado OTAN. Irak, Afganistán, Libia, Siria, Yemen son secuelas
de las llamadas guerras preventivas instaladas por el imperialismo yanqui bajo
el pretexto de "combatir al terrorismo" donde quiera se encuentre.
El drama de los prisioneros de Guantánamo, que avergüenza a la humanidad (menos a los Estados
Unidos), y los niños árabes muertos en el intento de hallar refugio en Europa,
son apenas dos de las múltiples secuelas de la demencia universal desencadenada
por los amos del mundo. Y van para adelante nuevas amenazas bélicas contra
Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Venezuela, en fin, contra todos los
estados y gobiernos que defienden su soberanía nacional y su independencia. En
todos estos acontecimientos criminales la estrella de la CIA brilla en lo
alto con luz propia.
En el caso de Ecuador,
nuestra patria tiene su propio calvario que contar respecto de este infausto
mes, en relación con el primero y el último día de septiembre.
Efectivamente, el 1 de septiembre de 1975, un hombre de la CIA (identificado como tal por Philip Agee,
con quien colaboró siendo jefe de inteligencia militar), el general Raúl González Alvear, encabezó un sangriento golpe de Estado que cosechó 22 muertos,
entre soldados y civiles, en el afán de derrocar al gobierno del general
Guillermo Rodríguez Lara, 'para acabar con su desastrosa política petrolera',
como reconoce abiertamente el militar golpista en sus 'Memorias', libro que
debería leer todo militar ecuatoriano a riesgo de sufrir un ataque de vergüenza
ajena, por la cobardía de dicho protagonista que dirigió el complot desde la
Funeraria Quito, y huyó desesperadamente del Palacio de Carondelet cuando ya
sus tropas lo habían tomado, y corrió a refugiarse en la casa del embajador
norteamericano, quien lo recibió muy fraternalmente pero no pudo concederle
asilo por falta de convenios entre los dos países, facilitándole, eso sí, que
escapara a encontrar asilo en la casa del embajador chileno Schauffer,
digno enviado de Pinochet.
Un sonado fracaso de la
CIA, que de hecho se hallaba tras de la intentona, no sólo por la condición
de su súbdito sino porque ella manejó tras bastidores toda la campaña contra el
gobierno de "Bombita", como lo exigía Texaco (hoy Chevron), a fin de
acabar con la política nacionalista inaugurada por el Contralmirante Gustavo Jarrín Ampudia, Ministro de Recursos Naturales, la cual determinó la consolidación de CEPE y el ingreso de Ecuador a la OPEP como necesarias medidas soberanas.
El intervencionismo de
la CIA vuelve a incendiar el país el último día de ese mes, el 30 S de 2010,
cuando el intento de golpe de Estado contra la Revolución Ciudadana y el
magnicidio del presidente Rafael Correa.
Si alguien lo
duda, solo recuerde que el coronel Mario Pazmiño, hombre que trabajaba
con los oficiales de la CIA acreditados en la embajada, formó parte del conciliábulo de Miami, que reunió a Lucio Gutiérrez, Carlos Vera, Roberto Isaías y otros tantos, pocos días antes, para hacer ostensible su voluntad de acabar con el
gobierno de Rafael Correa.
Vale también la
pena que los escépticos sepan que vísperas del fallido golpe volvió al Ecuador
discretamente la famosa espía Swat, que durante años manejó a la cúpula
policial como si fuera hacienda propia, luego huyó del país pero estuvo en esos
días en Quito, entusiastamente acogida por parlamentarios de Sociedad Patriótica.
Por todos estos
antecedentes, es bueno recordar septiembre, para esclarecer la mente, encender
los corazones fríos y proclamar con firmeza NUNCA MÁS LA CIA EN NUESTRA
PATRIA.
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P.D. Le invito a que escriba su
comentario en el recuadro de abajo, no importa si está a favor o en contra.
Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M.
Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
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ResponderEliminarBuena......ok
ResponderEliminarMuy buen artículo que debemos difundir para contribuir a conocer los atropellos y las arbitrariedades a los que fuimos, y somos sometidos; con el objetivo de que todas estas prácticas se terminen y que la justicia el pueblo y la memoria los juzguen y castiguen
ResponderEliminarFelicitaciones por el artículo, se debería responder también por la desaparición del escritor Gustavo Garzón hasta la fecha en total impunidad, estos personajes que colaboraron con la CIA tienen que declarar que sucedió.
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