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miércoles, 23 de septiembre de 2015

LLANTO Y ESPERANZA


Acaba de celebrarse en Quito un suceso extraordinario, de alcance histórico continental: el encuentro entre Nicolás Maduro, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, y Juan Manuel Santos, Presidente de Colombia. Encuentro que bien podría evitar que la sangre llegue al río, en un conflicto bélico que vienen propiciando los halcones del Pentágono y la CIA conjuntamente con Álvaro Uribe, el papa santo de la derecha latinoamericana, organizador y protector de las bandas paramilitares que llenaron de tumbas y de lágrimas los campos de Colombia, bajo el pretexto de combatir a las guerrillas de las FARC y el ELN(Ejército de Liberación Nacional).

Como todos sabemos, hace un mes el presidente Maduro ordenó el cierre de la frontera de Venezuela con Colombia, para defender a su patria de los ataques de los paramilitares así como del saqueo de gasolina, alimentos y productos diversos de Venezuela, por parte de contrabandistas colombianos. Por desgracia, esta medida tuvo un efecto social y político lamentable: gran parte de los residentes colombianos de la zona en cuestión, en un acto de angustia y desesperación se lanzaron de retorno  al territorio colombiano, aunque nadie los expulsaba de Venezuela, país donde viven, como en patria propia, seis millones de colombianos. Este éxodo inesperado, fue fruto de una guerra de nervios alimentada malévolamente por el golpismo procedente de los dos países, que trata de derrocar al gobierno legítimo y  popular que preside Maduro. Esto sirvió para desatar una campaña enorme de medios en el continente, que pintaba con colores trágicos lo sucedido. Ellos, que no vierten su llanto por el drama de los niños ahogados en el Mediterráneo en su huida de África y Medio Oriente, en este caso derramaron copiosamente lágrimas de cocodrilo.

El ambiente se caldeó peligrosamente de lado y lado, aunque Maduro sostuvo desde el comienzo la necesidad de un encuentro con el presidente Santos 'cara a cara', para lo cual no había condiciones dada la temperatura de los ánimos.

En ese punto surgió la iniciativa del presidente Rafael Correa y del canciller RicardoPatiño, a la que se unió el presidente uruguayo Tabaré Vásquez, para un encuentro de los dos mandatarios en Quito a fin de propiciar un acuerdo que permita desmontar los riesgos de la controversia y llegar a soluciones pacíficas del diferendo, lo que se logró el día 14 de este mes en nuestra capital.

El resultado de este encuentro tiene resonancias múltiples. En primer lugar, demuestra que el camino del diálogo franco, abierto y respetuoso es posible pese a las diferencias de proyectos y sistemas políticos, si las partes optan por el bien común y no tratan de imponer ideologías ni modelos. Esto favorece las conversaciones de paz que se efectúan en Cuba entre el movimiento guerrillero de Colombia y el gobierno de Santos, anhelo de la inmensa mayoría de colombianos, pese a las presiones de los guerreristas norteamericanos y sus socios paramilitares y narcotraficantes que buscan a toda costa la continuación de la guerra civil que dura ya 67 años, desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, líder liberal y revolucionario adorado por las masas pobres de Colombia, ocurrido el 9 de abril de 1948. Paz que, de lograrse, también  beneficiará enormemente a nuestro Ecuador, que hoy aloja a cerca de 100 mil colombianos, con todos los costos sociales y económicos que esto significa.

Por lo demás, el acuerdo de Quito es un notable triunfo de la CELAC, dirigida temporalmente por Rafael Correa, y de UNASUR, conducida por el presidente uruguayo, también temporalmente.

Así en medio del llanto de los pobres de Colombia, y en particular de sus pobladores fronterizos, brilla una esperanza que todos debemos sostenerla con fuerza, pese a las rabietas de los halcones de Washington, que quieren desarrollar a toda costa sus siete bases militares de Colombia para el dominio total de nuestra América.

E-mail: jaigal34@yahoo.es          Twitter: @jaigal34
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C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.

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