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lunes, 28 de mayo de 2012

Jaime Galarza a la altura de servir a la cultura

Décima espinela escrita por Julio Micolta Cuero, resaltando el valor de Jaime Galarza Zavala con capacidad para liderar los destinos de la Casa de la Cultura Benjamín Carrión

domingo, 27 de mayo de 2012

QUIENES MATARON A ROLDÓS


Un día como hoy, el 24 de Mayo de 1981, fue asesinado Jaime Roldós Aguilera, el Presidente de los ecuatorianos.  Previamente, recibió amenazas de multinacionales petroleras con asiento en Houston, Texas, así como hostiles señalamientos del gobierno de Ronald Reagan, indignado por su  política de derechos humanos y su firme condena a las dictaduras instauradas en el continente bajo el manto sangriento  del Pentágono y la CIA. Simultáneamente, en el Ecuador la derecha bramaba contra el joven mandatario de orientación izquierdista, con León Febres Cordero a la cabeza, convertido en abanderado de la conspiración que llevaban adelante aquellos que Roldós  motejó como “Patriarcas de la componenda”.  Muerto Roldós, subió a sentarse plácidamente sobre su cadáver el Vicepresidente  Osvaldo Hurtado Larrea, quien inició su ejercicio comprando a Israel una flotilla de aviones Kfir que Roldós se había negado a comprar, supuestos sobreprecios escandalosos.
El magnicidio en que pereció el Presidente, su esposa Martha Bucaram Ortiz, el Ministro de Defensa Marco Aurelio Subía, la esposa de este y los cinco tripulantes, fue un atentado orquestado por la CIA, con la participación del narcotraficante panameño Manuel Noriega y  la confabulación del alto mando militar ecuatoriano. Treinta y un años después del horrendo crimen, ni concluyeron las investigaciones parlamentarias ni se sancionó a nadie. Tampoco se investigó la extraña muerte o desaparición de campesinos de la zona donde el avión estalló en el aire, ni los sucesivos accidentes aviatorios en que perecieron importantes oficiales de la FAE que cumplieron actividades clave ese fatídico día o se involucraron luego en las indagaciones, como el capitán Rodrigo Bueno y el Mayor Sergio Bayas. El misterio y la impunidad encubren hasta hoy la macabra historia.
Muchos políticos y medios de comunicación han divulgado siempre desde entonces la versión del “accidente”,  con lo que se pretende desvirtuar el magnicidio. Por su parte, el autor de esta nota, publicó al año del suceso, en 1982, su libro QUIENES MATARON  A ROLDOS,  un exhaustivo análisis del magnicidio, con documentos y testimonios irrefutables, que nadie ha podido desmentir; y lo hizo bajo amenaza y un juicio que luego lo entabló un tal Almeida Urrutia, ahora fallecido.
Cabe aquí una anécdota. Cuando Rafael Correa Delgado dejó el Ministerio de Economía, en la Presidencia de Alfredo Palacio, fue invitado a un almuerzo en Machala, al que concurrió también Jaime Galarza.  Como nota introductoria a la tertulia, el futuro Presidente comentó:
-Jaime, tú tienes razón con ese libro: Jaime Roldós fue asesinado-
-¿Por qué lo dices?
-Porque vengo de Estados Unidos. Allá leí el libro del norteamericano John Perkins “Confesiones de un gangster económico”, en que sostiene que la CIA mató al presidente ecuatoriano.
Esta convicción  de Rafael Correa no debería concluir allí. La Asamblea Nacional y las autoridades pertinentes deberían reactivar la investigación sobre el magnicidio, para que algún día se acabe la impunidad eterna que rige en el Ecuador desde la “Hoguera Bárbara”, y para que no se repita otro 30 de Septiembre,  tal vez  con el éxito criminal de los golpistas, que son los mismos de ayer, con otros nombres y distintas caretas.

viernes, 18 de mayo de 2012

UN ALMUERZO SINGULAR


A comienzos de esta semana, el lunes 14 de mayo, tuvo lugar un singular evento en el Palacio de Carondelet: el almuerzo brindado por el Presidente Rafael Correa en honor de quienes a lo largo de tres décadas han recibido el Premio Eugenio Espejo, el más alto galardón cultural que se dispensa  en el Ecuador por parte del Estado a través de los gobiernos de turno. Una nómina que bordea el número de 60 personajes, la mitad de los cuales acudió a la invitación, dándose excusas por razones de salud u otros contratiempos. Una ocasión de encuentro o reencuentro entre hombres y mujeres que se han destacado por sus aportes al arte, la literatura y la ciencia a lo largo de sus existencias, por lo que han sido objeto de la mencionada distinción, que el Estado la acompaña de una pensión vitalicia.
Fue motivo de singular emoción ver a la extraordinaria escultora guayaquileña Yela Lofredo acudir a la cita sobre su silla de ruedas. ¿Cuál es el motivo real de la invitación? se preguntaban varios, mientras algunos esperaban que fuera una cita “seria” para tratar acerca de los altos destinos de la cultura nacional; como quien dice un bla bla bla de altura. Nada de eso. Un breve discurso del Presidente exaltando la labor de toda una vida de sus invitados y ratificando el mantenimiento del Premio en lo posterior, contra la versión malévola o antojadiza de que el gobierno lo iba a suprimir. Eso sí, se indicó que el Premio se adjudicará cada dos años, como en las dos primeras décadas,  en vez de hacerlo anualmente. El resto, un almuerzo más bien frugal , una copa de vino, música, canciones y bailes espontáneos con un elenco improvisado en que se destacó la menuda figura de Petita Palma, esmeraldeña, antigua creadora del grupo folklórico Tierra Caliente, dúos y tríos improvisados en los que se destacó Rafael Correa, al que sus amigos le han puesto el apodo de MP3 porque –dicen y así se ve- “  se sabe todas las canciones”.
 Una nota digna de apreciarse fue que la absoluta mayoría de los galardonados son miembros de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, entre los que cabe nombrar a la escritora Alicia Yánez, al Maestro Edgar Palacios, al poeta Julio Pazos, al poeta Eduardo Jaramillo, al artista Estuardo Maldonado, al Dr. Rodrigo Fierro, al historiador Jorge Núñez, al Dr. Luis Enrique Fierro, Presidente del Núcleo de Carchi de la Casa de la Cultura.
Como resultado benéfico del singular almuerzo está, sin duda, el acercamiento del Presidente a este grupo de importantes actores y gestores de la cultura, el estrechamiento de lazos entre ellos, y un acuerdo conversado entre algúnos: crear una asociación de los “Premios Espejo” para brindar gratuitamente el aporte de sus conocimientos y experiencias a la juventud, propuesta a la que Rafael Correa respondió: -Una excelente iniciativa. Cuenten con mi apoyo.

lunes, 7 de mayo de 2012

CULTURA DE LA MUERTE


En el Ecuador existe desde siempre –es decir, desde 1830, en que se fundó la República- una cultura de la muerte. No nos referimos a los diversos cultos funerarios que practica la población, y que difieren conforme las costumbres ancestrales de indígenas, mestizos, afrodescendientes,  creyentes, etc. Nos referimos a esa especie de menosprecio a la vida de los demás, al facilismo con que se atenta contra la existencia del prójimo, aun si hechores o malhechores recitan diariamente el No Matarás que figura entre los 10 Mandamientos.
En lo político, el mencionado año fundacional ocurrió el asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, por obra de militares y gobernantes ambiciosos, enemigos de Bolívar y de la Gran Colombia. Desde allí, hasta el 30-S todo sería un río de sangre atravesando la historia patria: masacres de trabajadores y gente pobre el 15 de Noviembre de 1922, de estudiantes y pueblo el 2 y 3 de junio de 1959, de obreros del Ingenio Aztra enoctubre de 1977, de indígenas y montubios en los feudos de los gamonales, la Iglesia y empresas extranjeras, ejecuciones bajo la pena de muerte con García Moreno o Caamaño, ejecuciones ilegales bajo el pretexto de combatir a elementos subversivos, la Hoguera Bárbara de 1912, el magnicidio del Presidente Jaime Roldós, y una interminable lista de víctimas del odio y el desprecio de los poderosos del país y de sus mandones de fuera, entre los que se destacan  órganos imperiales como la C IA, esa central norteamericana del terrorismo y el espionaje que ha hecho la desgracia de numerosos pueblos de la Tierra. Con lo cual tenemos que más de 180 años de violencia han configurado un espíritu de resignación, quemimportismo o temor en el seno del pueblo, o una especie de fatalismo ante la muerte por acción de los otros. A ello contribuye, sin duda, la impunidad que se ha dado siempre en la investigación y castigo de estos crímenes. En todo ello hay una cultura de la muerte.
En este ambiente y con tales antecedentes, el país sufre actualmente una ola interminable de toda clase de violencia social, expresada en abultadas cifras de asaltos, asesinatos, violaciones, con presencia de bandas delictivas en el campo y las urbes, así como de crecientes grupos de sicarios. Mucho de ello, como consecuencia de haberse convertido el país en plaza y nudo vial del narcotráfico, y como secuela también de la influencia de la invasión mediática a todos los hogares, con periódicos que chorrean sangre y programas televisivos donde reinan las armas, las explosiones, los gánsteres y los policías corruptos.. Dentro de este mundo siniestro, los diarios episodios de muerte en las carreteras, por obra de conductores trasnochados o irresponsables, no son sino una expresión de esta cultura de la muerte. ¿Hay soluciones para este grave mal o estamos condenados a perecer bajo su peso descomunal? Sí, hay soluciones, pero a largo plazo, pues consisten en desarrollar una cultura de la vida, y esto entraña el desarrollo de la solidaridad humana, la cooperación entre unos y otros, la estricta regulación de los medios, el abandono de esa hoy común  mentalidad de aspirantes a millonarios. Es decir, hace falta una revolución de los corazones y los espíritus.