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miércoles, 31 de mayo de 2017

LA CONFRONTACIÓN Y LA MANO EXTENDIDA

El sabio Miguel de Unamuno dijo alguna vez que él no apreciaba tanto en Juan Montalvo sus manías cervantinas, sino el insulto. Y vaya que el gran ambateño sabía insultar; por ejemplo al criminal dictador general Ignacio de Veintimilla, lo consagró como Ignacio de la Cuchilla. Posteriormente vendrían otros grandes del Ecuador por ese camino. Ejemplos: Benjamín Carrión bautizó a García Moreno como “el Santo del patíbulo; y por su parte Jaime Roldós motejó a un conjunto de legisladores derechistas y oportunistas, encabezados por Febres Cordero, como los “patriarcas de la componenda”. 

Esto lo recordamos a propósito de las ráfagas de ametralladoras mediáticas disparadas en los últimos tiempos contra Rafael Correa Delgado, a quien se ha calificado virtualmente como insultador profesional y se ha satanizado sus actitudes de confrontación política. Lo primero vino desde su inicio de gobierno, en 2007, cuando él denominó “pelucones” a los pelucones, es decir a los dueños de la plata y del poder, título nobiliario que ya se empleó en la Colonia para identificar a los gamonales dueños de vidas y haciendas.

Por lo demás, hay distintas variantes del insulto, como lo fue contra Correa todo el tiempo la lluvia de caricaturas en la prensa mercantil, en que no se exageraban características físicas o políticas del personaje sino que se lo dibujaba como un troglodita, como un monstruo  insaciable, sanguinario y descomunal.

En cuanto a la confrontación, es decir a mostrarse frontalmente contrario a determinadas realidades, figuras, programas, instituciones o leyes, cuando todo ello significa un mundo de odio, explotación, privilegios , codicia y ambiciones, la confrontación debió ser aplaudida, como debe serlo siempre en similares casos si se preconizan cambios sustanciales en la vida de un pueblo, en la suerte de una nación, pues no puede haber progreso alguno, y menos una revolución, si no se confronta con lo establecido, especialmente cuando este trata de perennizarse.

En este marco, el más grande confrontador de la historia ecuatoriana fue Eloy Alfaro, que se alzó contra la servidumbre eclesiásticas, propició la separación de la Iglesia y del Estado, decretó el laicismo en la educación y, por último, construyó el Ferrocarril odiado y saboteado por los hacendados de la Sierra. ¿Puede alguien, a esta altura de la historia, condenar al “Mejor Ecuatoriano de todos los tiempos” por sus acciones de confrontador?

Lo que sucede es que hoy a propósito de la política de mano extendida , de apertura y diálogo propiciado por el nuevo mandatario, Lenín Moreno, los que siempre vivieron del engaño y explotación al pueblo, los vendepatrias y pelucones soberbios y discriminadores, creen llegado el momento de ir desmontando lo hecho por la Revolución Ciudadana, y suponen equivocadamente que esa actitud democrática del nuevo presidente , les  permitirá  a ellos convertirlo en un remedo de Madre Teresa o en graciosa mascota de casa rica.

E-mail: jaigal34@yahoo.es          Twitter: @jaigal34
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P.D. Le invito a que escriba su comentario en el recuadro de abajo, no importa si está a favor o en contra. Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
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miércoles, 24 de mayo de 2017

4 AÑOS CON LA JUVENTUD… ¿O SIN…?


Entre las promesas de Lenín Moreno durante  la reciente campaña electoral, figuró la creación del ministerio de la juventud. Este ofrecimiento alentó fuertemente las esperanzas de la joven generación y se constituyó, de hecho, en una de las bases de su histórico triunfo.

Había razón para ello: a lo largo de la vida republicana, con excepción del corto tiempo de los dos gobiernos de Eloy Alfaro, la juventud ecuatoriana fue, podría decirse, la última rueda del coche bajo el dominio de la partidocracia.

Carne de cañón en las contiendas electorales, a la hora del triunfo los amos del poder la devolvían a  su eterno  papel de Cenicienta y la mandaban a la cocina, a preparar los manjares para el festín de los de arriba, de la eterna argolla de oligarcas criollos y amos extranjeros, invariablemente provenientes éstos  de la Yoni.

Y cuando los jóvenes, cansados de tanta postergación e ignominia levantaron banderas de protesta y rebeldía, allí estuvo siempre lista contra ellos la orden de tirar a matar, como lo dispuso tantas veces el tirano Arroyo del Río (1940/44)el oligarca José Luis Tamayo en el nefasto 15 de noviembre de 1922, el masacrador social cristiano  Camilo Ponce Enríquez, bañado en sangre de pueblo y juventud de Guayaquil, el 2 y 3 de Junio de 1959, o los fusilamientos enmascarados de contrainsurgencia durante la corrupta tiranía de ese otro socialcristiano llamado León Febres Cordero.

Y cuando llegó a la presidencia un auténtico representante de la juventud, Jaime Roldós Aguilera, fundador de la FESE, presidente de la FEUE de Guayaquil y miembro de URJE, allí estuvo la CIA para asesinarlo el 24 de Mayo de 1981, con el beneplácito de la derecha y de esa seudoizquierda titulada marxista-leninista.

Al advenir un nuevo momento histórico con la Revolución Ciudadana bajo el liderazgo de Rafael Correa Delgado, los jóvenes se movilizaron masivamente arrebatados por el poder de la esperanza. Su voto fue determinante para el triunfo.  Los logros fueron sumándose unos a otros, principalmente en los campos de la educación, el deporte y la participación en planos importantes del parlamento y la administración pública.

Sin embargo, los  condenables casos de corrupción, el burocratismo con sus redes paralizantes y el sectarismo que todo lo rompe y todo lo divide, alejaron en los últimos tiempos a una significativa parte de la juventud, que se dejó seducir por los cantos de sirena  del célebre banquero, cuyos capataces mayores trataron de convertirla en fuerza de choque y agresión contra la opción democrática que vino a representar Lenín Moreno.

Ahora le toca a él recuperar toda esa energía transformadora de la generación que amanece al nuevo día de la patria. Y para ello es preciso –entre tantas otras tareas-  que el nuevo mandatario cumpla su promesa y funde el ministerio de la juventud, una de las bases más efectivas para consolidar la Revolución Ciudadana en los cuatro años venideros.

Lo contrario sería dejar que muera la esperanza.

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miércoles, 17 de mayo de 2017

¿Y QUÉ DE LA CULTURA NACIONAL?


No ahora ni por consideraciones particulares: lo hemos dicho en forma abierta de modo reiterado: en materia de política cultural, la Revolución Ciudadana le debe al  país. Si bien es cierto que en varios aspectos estamos frente a una “década ganada”, principalmente en materia social, legal e institucional, en el campo de la cultura hemos tenido  una década perdida, con una decena de ministros que se han turnado en la respectiva cartera en estos diez años.

No se trata de negar los valores y virtudes de tales exfuncionarios, varios de ellos verdaderos signos del arte, las letras o la ciencia, como el poeta Antonio Preciado, iniciador de esta saga ministerial. 


Tampoco es del caso desvalorizar los actos puntualmente efectuados en la materia, pero nada de ello puede responder a cuestiones trascendentales como las siguientes: ¿Hubo en esta década una política cultural clara, coherente, trascendental, inclusiva? ¿Qué manifestaciones significativas se desarrollaron en el campo de la interculturalidad y con qué porciones considerables de la comunidad ecuatoriana (afrodescendientes, indígenas, montubios, marginales, inmigrantes, etc.)? ¿Qué contraofensiva desarrollada frente a la invasión cultural consumista, individualista, mercantilista  y degradante? ¿Hubo alguna acción consistente dirigida a la nueva generación de creadores e investigadores? ¿Y qué para la infancia?

Por este orden se podría adicionar varios interrogantes que prácticamente quedarían sin respuesta. Una demostración de todo lo dicho es que recién, a los diez años de creado el ministerio respectivo, la Asamblea Nacional aprobó la Ley de Cultura.

Claro que en el listado de responsabilidades no sólo se halla el gobierno o la Asamblea, pues buena parte de la responsabilidad corresponde a la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que ha justificado su morosidad en la falta de presupuesto, muchas veces depreciado por el incremento de una burocracia resultante de tradicionales trincas o cacicazgos enquistados en la institución, con mezquindades centralistas notoriamente antidemocráticas, como lo demuestra la tozuda oposición al funcionamiento del Núcleo de Pichincha, inaugurado en el 2012 por iniciativa de Jaime Galarza, entonces Vicepresidente Nacional de la CCE, y desconocido posteriormente hasta hoy, en que se ha procedido a la elección de su directiva gracias a la tantas veces postergada y repudiada Ley de la materia, hoy aceptada por los dirigentes de la Casa sin beneficio de inventario.

Visto todo lo cual cabe una pregunta: ¿No se vuelve necesaria una revolución cultural dentro de la Revolución Ciudadana?

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