¿Sabe
usted, paisano, qué significa el verbo clonar? Sí, en efecto: clonar es el
término científico que sirve para señalar la técnica de reproducir igualito,
mediante células vivas, a otro ser: un cerdo, un burro, un borrego, cualquier
noble animal. Y tú, brillante universitario fanático de Liga, ¿conoces que en
éste, tu atrasado país, hay genios de la
clonación? ¿No lo sabías? Yo tampoco, pero para algo están los periodicotes,
que si no sirven para madurar aguacates, en cambio nos ilustran con su
sabiduría. Allí tienes El Comercio de 23 de junio de este año, en que un sesudo editorialista, Marco Arauz Ortega, propone “clonar a Julio César Trujillo”. Así, tal como lo lees. El principal
objetivo de tan singular clonación consiste en que el extinto presidente del
Consejo de Participación Ciudadana y Control Social-transitorio, regrese de
ultratumba para despanzurrar al Consejo definitivo presidido por el cura Tuárez,
quien fuera elegido, nada menos, como
resultado de la jugada maestra del propio Trujillo, la cual consistió en proponer al gobierno, junto con otros, que convoque a la consulta popular del 4 de febrero de 2018, justo para ir a la
elección del definitivo. ¿Entiendes tú esta movida? Yo tampoco.
Ahora
bien, lo grave de esta sabia clonación consiste en que ni Arauz ni nadie puede
garantizarnos que el resucitado no vendría a refundar el partido conservador de
Julio Tobar Donoso, con su Protocolo de Río de Janeiro, ni la democracia
popular de Osvaldo Hurtado, pues en vida Trujillo dirigió el partido clásico de
los curuchupas de alto copete, y luego cofundó la DP con Hurtado y apoyó su
célebre hazaña de la sucretización de la deuda, según la cual los empresaurios que debían en dólares a la
banca norteamericana cancelaron su deuda con la plata del Banco Central- plata
de todos los ecuatorianos- mientras este conjunto de vivos pagaría al Central
el caritativo favor con miserables sucres ecuatorianos.
Otra
cuestión seria que podría suceder con el resucitado es que retornara a sus
andanzas golpistas que le destacaron cuando apoyó al general Raúl González
Alvear en el célebre “Golpe de la Funeraria”, fallida acción de la CIA ocurrida
el 1 de septiembre de 1975, la cual dejó un charco de sangre en Carondelet con
su cincuentena de heridos y muertos entre soldados y civiles. Además, la
inclinación de Trujillo hacia el golpismo puede verse claramente cuando al
partir dejó inaugurado un comité para recoger firmas destinadas a la
desaparición del Consejo de
Participación definitivo, para lo cual puso a la cabeza del flamante engendro a
una golpista de nota: Rosalía Arteaga, quien siendo vicepresidenta de Abdalá
Bucaram abandonó a este y en unión del general Paco Moncayo y de
León-Nebot, con el auspicio del
embajador yanqui Leslie Alexander, derrocaron al líder del PRE y lo
sustituyeron con el famoso “Fabiolo”, uno de los atracadores más grandes que ha
parido el desdichado Ecuador.
Tales
son los peligros de la genial clonación de Julio César Trujillo. Esto sin
contar con el riesgo de que, una vez resucitado, vuelva a cobijarse en el
madrinazgo político de la doctora Isabel Robalino Bollo, cuyo nombre
inmortalizó Philip Agee en su célebre Diario, al estampar esta información:
“Isabel Robalino Bollo: agente de la CIA en Quito, utilizada para labor
sindical en la CEDOC y para actividades de propaganda del Comité para la
Libertad de los pueblos”.
He
allí las consecuencias que tendría esta originalísima clonación propuesta por
tan brillante columnista.
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C. M. Mg. Luis Fernando Carvajal Herrera.
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