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martes, 9 de julio de 2019

CLONAR A TRUJILLO


¿Sabe usted, paisano, qué significa el verbo clonar? Sí, en efecto: clonar es el término científico que sirve para señalar la técnica de reproducir igualito, mediante células vivas, a otro ser: un cerdo, un burro, un borrego, cualquier noble animal. Y tú, brillante universitario fanático de Liga, ¿conoces que en éste, tu atrasado país,  hay genios de la clonación? ¿No lo sabías? Yo tampoco, pero para algo están los periodicotes, que si no sirven para madurar aguacates, en cambio nos ilustran con su sabiduría. Allí tienes  El Comercio de 23 de junio de este año, en que un sesudo editorialista, Marco Arauz Ortega, propone “clonar a Julio César Trujillo”. Así, tal como lo lees. El principal objetivo de tan singular clonación consiste en que el extinto presidente del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social-transitorio, regrese de ultratumba para despanzurrar al Consejo definitivo presidido por el cura Tuárez, quien fuera  elegido, nada menos, como resultado de la jugada maestra del propio Trujillo, la cual consistió en proponer al gobierno, junto con otros, que convoque a la consulta popular del 4 de febrero de 2018, justo para ir a la elección del definitivo. ¿Entiendes tú esta movida? Yo tampoco.

Ahora bien, lo grave de esta sabia clonación consiste en que ni Arauz ni nadie puede garantizarnos que el resucitado no vendría a refundar el partido conservador de Julio Tobar Donoso, con su Protocolo de Río de Janeiro, ni la democracia popular de Osvaldo Hurtado, pues en vida Trujillo dirigió el partido clásico de los curuchupas de alto copete, y luego cofundó la DP con Hurtado y apoyó su célebre hazaña de la sucretización de la deuda, según la cual  los empresaurios que debían en dólares a la banca norteamericana cancelaron su deuda con la plata del Banco Central- plata de todos los ecuatorianos- mientras este conjunto de vivos pagaría al Central el caritativo favor con miserables sucres ecuatorianos.

Otra cuestión seria que podría suceder con el resucitado es que retornara a sus andanzas golpistas que le destacaron cuando apoyó al general Raúl González Alvear en el célebre “Golpe de la Funeraria”, fallida acción de la CIA ocurrida el 1 de septiembre de 1975, la cual dejó un charco de sangre en Carondelet con su cincuentena de heridos y muertos entre soldados y civiles. Además, la inclinación de Trujillo hacia el golpismo puede verse claramente cuando al partir dejó inaugurado un comité para recoger firmas destinadas a la desaparición del Consejo  de Participación definitivo, para lo cual puso a la cabeza del flamante engendro a una golpista de nota: Rosalía Arteaga, quien siendo vicepresidenta de Abdalá Bucaram abandonó a este y en unión del general Paco Moncayo y de León-Nebot,  con el auspicio del embajador yanqui Leslie Alexander, derrocaron al líder del PRE y lo sustituyeron con el famoso “Fabiolo”, uno de los atracadores más grandes que ha parido el desdichado Ecuador.

Tales son los peligros de la genial clonación de Julio César Trujillo. Esto sin contar con el riesgo de que, una vez resucitado, vuelva a cobijarse en el madrinazgo político de la doctora Isabel Robalino Bollo, cuyo nombre inmortalizó Philip Agee en su célebre Diario, al estampar esta información: “Isabel Robalino Bollo: agente de la CIA en Quito, utilizada para labor sindical en la CEDOC y para actividades de propaganda del Comité para la Libertad de los pueblos”.

He allí las consecuencias que tendría esta originalísima clonación propuesta por tan brillante columnista.

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C. M. Mg. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.

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