Una buena pregunta, que aquí se la hace medio
mundo, especialmente la gente que vive lejos de todo paraíso, por no decir en
el infierno de la exclusión, la miseria y el abandono. Para decirlo de modo
sencillo, un paraíso fiscal es un sitio del globo terráqueo, a donde van a
parar las fortunas acumuladas por quienes evaden el pago de impuestos fiscales,
que las leyes y la moral pública obligan a pagar. En esos paraísos fiscales los
dichosos (o dichosas) pueden depositar cualquier cantidad de plata sin
que el banco donde lo hacen le pregunten el origen de sus depósitos, mejor para
ellos si son 100 millones o más.
Esa plata puede provenir de la evasión de impuestos
fiscales en el país de origen, de la defraudación aduanera, del narcotráfico,
del tráfico de armas, del lavado de dinero, del sicariato que acumula fortunas
como pago por asesinatos. Esos depósitos pueden originarse también en el saqueo
de la caja pública o municipal, en las quiebras bancarias fraudulentas, en la
estafa a ingenuos socios de planes de vivienda, y claro, al pillaje de fondos
de los bancos estatales por parte de funcionarios o compadres favorecidos con
préstamos jugosos y escabrosos.
Ahora bien, ¿cuáles son los beneficios que reciben
tales depositantes de los paraísos fiscales? Primero, el sigilo bancario; es
decir, la garantía del secreto a fin de proteger el nombre de aquellos contra
todo intento de investigación o castigo legal en los países de origen. Luego,
las facilidades para transferir los depósitos de un paraíso fiscal a otro,
hacer fáciles inversiones y conseguir protección política y diplomática de
quienes gobiernan en esos paraísos. Centuplicada su fortuna por estos medios
sucios, los dichosos (y las dichosas) podrán retornar a su país de origen
a participar en elecciones presidenciales, parlamentarias o municipales, y si
triunfan volver a las andadas, a cargar nuevos sacos de oro rumbo a los
paraísos fiscales. Por eso, cabalmente se llaman paraísos, y por eso se llaman
fiscales, porque la principal razón para llevarse la fortuna fuera del país es
para evitar pagar los impuestos que la ley y la moral pública lo determinan.
La ley en algunos casos es demasiado bondadosa y
permisiva, dando lugar a que los dichosos (o las dichosas) saquen grandes
cantidades de dólares en forma legal, especialmente donde no existe un poder
popular que los limite y controle. En cualquier caso, apelar a los paraísos
fiscales resulta inmoral puesto que los actores de estos movimientos corruptos
previamente se han beneficiado de los servicios de toda índole que les brinda
el país, han explotado a sus empleados y trabajadores, han empobrecido a los
campesinos y pequeños agricultores, han prostituido la política, han contribuido
al deterioro ambiental y a la contaminación a través de sus carros de lujo y su
vida suntuosa; en suma, han resultado nefastos para la sociedad.
Y todo para terminar llevándose sus capitales,
frecuentemente malhabidos, a los paraísos fiscales de Panamá. El Caribe, Japón,
los Estados Unidos u otros sitios, donde el capitalismo salvaje acumula
fortunas a costa de los pobres y las naciones menos favorecidas. De allí que
sea absolutamente justo que se prohíba -como debería hacerse- que quienes
poseen fortunas en paraísos fiscales, lleguen a ser candidatos para ocupar las
altas funciones de un Estado. Y si llegan, deben ser juzgados y
destituidos.
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a que escriba su comentario en el recuadro de abajo, no importa si está a favor
o en contra. Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M.
Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
Twitter: @lufecahe