Pocos
dolores son tan intensos en el ser humano como el causado por la patria que nos
arrancan, o cuando nos la arrancamos nosotros mismos, forzados por las
circunstancias. Ese dolor de patria (dolor de llacta, de la tierra de uno, que
dejamos) fue reflejado con hondura en estos versos de un poeta cuencano del
siglo XIX, que fueron luego musicalizados en notas melancólicas. La letra
expresa:
Rinimi llacta rinimi, Voy a partir, patria mía,
may
carupi
causangapa, a país extraño y distante.
mana
quiquin
llactashina,
No tienes tú para el indio
cuyanguichu
runataca.
Ternura propia de madre.
Por
cierto en la época en que nacieron estos versos, el indígena ecuatoriano no se
iba del país, propiamente. Escapando a la ferocidad del gamonalismo serrano,
dueño de vidas y haciendas, se marchaba a la Costa, 'al Guayas', en pos de pan
y libertad, para caer en las garras de los 'gran cacao', las haciendas
bananeras de la United Fruit u otros latifundistas, o las compañías petroleras,
como la Anglo, que habían iniciado el saqueo del petróleo peninsular en los años 20.
Décadas después, en los
años 70 y 80 vino el creciente éxodo masivo hacia Estados Unidos, quedando
despoblados los campos del Azuay y de Cañar. La ausencia de reforma agraria, la
presencia de una miseria aplastante obligaban a la emigración, para gozo y
solaz de los coyotes. Luego vino el gran desangre poblacional, a partir del
Feriado Bancario urdido por la derecha criolla y el Fondo Monetario
Internacional. En forma multitudinaria, la clase media perdió sus ahorros y
huyó del país, esta vez principalmente hacia Italia y España. A
comienzos del nuevo siglo, la cuarta parte de los habitantes se extrañó de la
patria que no tuvo para ellos 'ternura propia de madre'.
Muchos de
aquellos emigrantes, llegados en distintos momentos y circunstancias, se
encuentran hoy en Canadá. En días recientes los hemos encontrado en la gran
ciudad de Toronto, nostálgicos de la llacta querida y lejana, cantando las
canciones de la tierra, bailando sus ritmos populares, muchos deseosos de
retornar pero con la incertidumbre del cómo y para qué, a la espera de
horizontes seguros que les brinde la Revolución ciudadana.
En tanto,
se unen a través de lazos fraternos en la Comunidad de San Lorenzo, que tiene
como líder carismático, batallador y honesto al padre Hernán Astudillo, nacido
medio siglo atrás en El Valle, laboriosa parroquia de Cuenca. La Comunidad es
muy activa, mantiene una emisora -Voces Latinas- que convoca multitudes, y
despliega múltiples labores sociales, mientras gana amistades en los medios
canadienses, universitarios, sindicales, culturales.
Junto al
padre Astudillo, anglicano y fraterno con las demás religiones, está siempre
participando otro dinámico cuencano, Rolando Vera, el emblemático atleta que
hoy se desempeña en Toronto como Cónsul de nuestra patria. Junto a ellos,
numerosas 'mamitas' y otros activistas -todos voluntarios-, nos hacen saborear
el dulzor de la llacta querida y lejana, a la que se recuerda con los ojos
llorosos pero llenos de esperanza.
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P.D. Le invito a que escriba su
comentario en el recuadro de abajo, no importa si está a favor o en contra.
Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M.
Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
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