Por el
momento, la costosa y obsoleta monarquía británica se halla a salvo de la
desunión del Reino Unido, pues la mayoría de escoceses votó por el 'No' en el reciente referéndum, negando así la independencia del país que la corona
británica mantuvo como colonia de lujo, rica pero postergada, por más de 300
años. Pero este triunfo, que se asentó en el apoyo conjunto de las dos fuerzas políticas
fundamentales del Reino -conservadores y laboristas- no fue tan transparente ni
libre como debía ser.
Estuvo
envuelto en una maraña de promesas de autonomía y de intimidación colectiva
que, de cualquier modo, surtió efecto para sumar algo más del 50 por ciento de
los sufragios, mas queda en pie la necesidad de cumplir con todo ese cúmulo de
apresuradas promesas autonómicas que, al día siguiente, comenzaron a ser
diluidas y menguadas. Se trata de una disyuntiva entre dos fuegos: si el poder
cumple, Escocia verá aumentar su poderío y esto, a la larga, afirmará su
vocación independentista; si no cumple, renacerá el descontento y se volverá
crítica y aguda más que ayer la lucha por la independencia.
Los sucesos de Escocia son un signo de los tiempos. El colonialismo que aún subsiste en el
mundo, recula en todas partes. Así, el dominio sobre Las Malvinas, legítimo
territorio argentino, habrá de concluir en esta generación, dado el creciente
desgaste de los colmillos del león británico. En otro lado de la vieja Europa,
después de poco hará explosión en Cataluña esa voluntad de independencia,
sofocada durante tres siglos, y reprimida por la dictadura fascista de Franco
con el apoyo permanente de Estados Unidos. ¿Y la suerte del País Vasco, cuya independencia, aún incompleta, debió ser arrancada por la fuerza, en medio de
masacres, torturas y fusilamientos por parte de los amos de España?
También
Ucrania es escenario de una confrontación sangrienta entre un disimulado
colonialismo fabricado por Estados Unidos y la Unión Europea, y las grandes
comunidades de origen ruso que han proclamado su autonomía dentro de la
república gobernada desde Kiev por una camarilla impuesta por un golpe de
Estado.
Claro que
la independencia o autonomía de países o regiones pisoteadas y maniatadas por
poderes centrales, casi siempre extranjeros, es obra de romanos, como podría
decirse, apelando a una antigua figura que expresa lo difícil que es edificar
algo de valor frente a la oposición de fuerzas colosales, como es el caso
actual, donde el imperio y sus socios europeos, decadentes y todo, manejan como
látigo universal la fuerza de la OTAN, constituida mitad mitad por ejércitos de
signo colonialista y cuerpos de mercenarios como la Dynacorp, que entre
nosotros hizo presencia en la Base de Manta.
El reguero
de sangre derramada por la OTAN cubre gran parte del planeta, y sus hitos más
destacados son Libia, Irak. Afganistán, Siria, las regiones kurdas incrustadas
en varios países, esto mientras acaba de constituirse una "fuerza
antirusa", llamada así, sin máscara alguna, para intervenir con 5000
hombres "en tres o cinco días en cualquier lugar del mundo",
según las propias palabras de los jefazos del Pentágono.
Todo esto
es necesario tenerlo en cuenta, pues América Latina sigue en la mira imperialista
como el bocado más apetecido por la cercanía y la abundancia de toda clase
de recursos, necesarios para satisfacer la voracidad del monstruo al cual
Barak Obama definió hace poco en West Point como "el único país indispensable del planeta".
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P.D. Le invito a que escriba su comentario en el
recuadro de abajo, no importa si está a favor o en contra. Ejerza su derecho a
decir lo que piensa.
C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
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