La Corte Nacional de Justicia (CNJ), a través de la Sala de lo Civil y Mercantil, acaba de dictar un fallo que confirma la sentencia dictada por los jueces de Sucumbíos, la cual mandaba a Chevrón-Texaco pagar nueve mil quinientos millones de dólares por concepto de indemnización a los pueblos
amazónicos afectados por la criminal política ambiental y social ejecutada en
la región a lo largo de 28 años que duró el saqueo de nuestro petróleo por
parte de la multinacional.
Como la empresa delincuente se negó a presentar las debidas disculpas a las comunidades afectadas, los jueces duplicaron la suma, que se elevó a 19 mil millones. El fallo de la Sala elimina esta segunda parte de la sentencia, con lo cual la multinacional norteamericana se beneficia con la mitad del monto. Habrá que ver hasta qué punto este perdón se justifica legalmente, pero lo seguro es que Chevrón-Texaco, pese a la gracia concedida, continuará negándose a pagar hasta el fin de los siglos. Y es que -como lo hemos dicho hasta el cansancio- esto no es cuestión de justicia ni de montos: es cuestión de soberbia imperial y de cuidarse en salud por parte del monopolio.
La soberbia del imperio es colosal: por menos cantidad de dólares, derivada de una modesta reforma agraria decretada en Guatemala por el gobierno democrático del Coronel Jacobo Arbenz, a exigencias de la United Fruit (hoy Chiquita o Brands), el Pentágono y la CIA armaron toda una invasión de mercenarios en 1954, derrocaron al gobierno, fusilaron y torturaron a mansalva y establecieron un régimen de terror que duró cerca de tres décadas. Siempre con el apoyo directo de Washington. Es que la osadía de izar banderas de soberanía y dignidad frente al imperio se paga con la muerte; de otra manera, cualquier colonia se alzaría a mayores; el imperio dejaría de ser imperio.
Como la empresa delincuente se negó a presentar las debidas disculpas a las comunidades afectadas, los jueces duplicaron la suma, que se elevó a 19 mil millones. El fallo de la Sala elimina esta segunda parte de la sentencia, con lo cual la multinacional norteamericana se beneficia con la mitad del monto. Habrá que ver hasta qué punto este perdón se justifica legalmente, pero lo seguro es que Chevrón-Texaco, pese a la gracia concedida, continuará negándose a pagar hasta el fin de los siglos. Y es que -como lo hemos dicho hasta el cansancio- esto no es cuestión de justicia ni de montos: es cuestión de soberbia imperial y de cuidarse en salud por parte del monopolio.
La soberbia del imperio es colosal: por menos cantidad de dólares, derivada de una modesta reforma agraria decretada en Guatemala por el gobierno democrático del Coronel Jacobo Arbenz, a exigencias de la United Fruit (hoy Chiquita o Brands), el Pentágono y la CIA armaron toda una invasión de mercenarios en 1954, derrocaron al gobierno, fusilaron y torturaron a mansalva y establecieron un régimen de terror que duró cerca de tres décadas. Siempre con el apoyo directo de Washington. Es que la osadía de izar banderas de soberanía y dignidad frente al imperio se paga con la muerte; de otra manera, cualquier colonia se alzaría a mayores; el imperio dejaría de ser imperio.
La otra razón por la que Chevrón-Texaco se niega a pagar a los
demandantes ecuatorianos, es porque si aquí deja que se le saque un pedacito de
su robusta corpulencia, todo el mundo se alzará en los cinco continentes para
ajustar cuentas con estos bribones, pues en todas partes han arrasado suelo y
subsuelo, han causado cáncer y otros males, se han burlado de las leyes, han
desacatado a los Estados. Por eso mismo va creciendo en todas partes la
solidaridad con los demandantes y con nuestra patria, hoy amenazada brutalmente
por este motivo. Esta solidaridad se amplía cada vez más en el mundo, con el
pronunciamiento de gobiernos y representantes de los pueblos, que incluyen
valerosas y dignas voces de dirigentes y artistas norteamericanos. De aquí la
necesidad de que entre nosotros se incremente la difusión de esta turbia
historia, se promueva el aglutinamiento de las comunidades y se unifique la
acción, por encima de las críticas o desacuerdos que en diversos lados se
expresen frente al gobierno del presidente Rafael Correa. Y es que en esto se
juega el ser mismo de la nación ecuatoriana, no un programa partidista ni una
postura ideológica determinada.
A propósito, los millares de candidaturas electorales provinciales,
municipales y parroquiales, que hoy salen a la palestra, si en verdad son
progresistas y patrióticas, deberán todas lanzar un solo clamor: CHEVRON, PÁGA
LO QUE DEBES. Esto contribuiría a la unidad nacional y, de paso, evitaría que
la contienda se convierta en ring de rivales vanidosos y en baratillo de
ofertas electoreras.
_______________________________________________
P.D.
Le
invito a que escriba su comentario en el recuadro de abajo, no importa si está
a favor o en contra. Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M. Luis
Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
Twitter: @lufecahe
Gracias por compartir tu visión revolucionaria y comprometida.
ResponderEliminarSantiago Arguello
c. Jaime, ciertamente la sentencia condenatoria en el juicio conocido como Chevron-Texaco, marca un hito en la historia depredadora, de saqueo, corrupción y muerte, perpetrada a través de todos los tiempos por los poderes económicos dominadores del mundo.
ResponderEliminarPor ser tan horrendos y escalofriantes los actos criminales cometidos contra nuestros pueblos es que gobiernos títeres como el de Rafael Correa ya no pueden tirarse para atrás y hacerse los sordos, ciegos y mudos.
Muy oportunos y aleccionadores tus comentarios c. Jaime, ya que la historia siempre es escrita por la acción de nuestros pueblos, por tanto, el Ecuador nunca volverá a ser el mismo luego de la condena a Chevron-Texaco.