Desde que la humanidad se dividió en
clases sociales (¡hace fu!), surgieron los pobres y los ricos, los
explotados y los explotadores, los oprimidos y los opresores, los pendejos y
los vivos.
Los
primeros, los pobres, fueron en todas partes en número infinitamente superior a
los segundos, que, siendo ridícula minoría, siempre les sacaron el aire y les
hicieron llorar a mares, por lo que los océanos se volvieron salados. Esto lo
consiguieron a través de un
aparato infernal que creado al efecto: el Estado, al que le
dieron poder a través de ejércitos, policías, tribunales de justicia, cuerpos
legislativos, medios religiosos y culturales.
En lo que
es el Ecuador actual, rota
la Colonia española, la división de clases se volvió violenta desde Juan José Flores para
adelante, Los ricos se apoderaron de tierras, minas, agua y caminos. De todo.
Los pobres de la ciudad y del campo fueron
el burro de carga llevando en sus lomos los sacos de oro hasta los bancos, a
fuerza de latigazos. Los esfuerzos de Alfaro por cambiar la suerte de los
pobres terminaron en lahoguera bárbara de El Ejido.
La gran
riqueza creada por los pobres se concentró en las ciudades, dándose casos de
ricos que aún esperan su propio Gabo. En Quito, por ejemplo, un gran
terrateniente, el señor Barba, tenía un caserón donde guardaba en sacas su
fortuna y era tan tacaño que, por no gastar en perro, se colocaba él por las
noches detrás de la puerta y ladraba horriblemente para ahuyentar a los ladrones. En
Guayaquil, un oligarca con ínfulas de pedagogo, subió un día a su pequeño hijo
sobre un enorme armario y le ordenó: -Lánzate desde allí a mis brazos. El niño
se lanzó, el padre se hizo a un lado y el pequeño se dio tremendo suelazo. El potentado le advirtió entonces:- Esto es
para que desconfíes hasta de tu padre al cuidar tu herencia.
En El Oro el “Pobrecito Encalada”, que
vestía como pordiosero pero era propietario de millares de reses y grandes
bananeras, acostumbraba llegar de improviso a los míseros galpones de sus
peones, y si les encontraba comiendo carne, les despedía de inmediato, pues
según él la carne debía ser de reses suyas robadas por los peones.
En
Cuenca, la descomunal Doña Florencia , que nunca conoció el confín de sus
haciendas de Cañar, se hacía cargar en
andas de oro por sus hambrientos huasipungueros cada vez que se aburría de la
ciudad y visitaba sus feudos, todos los cuales donó a Nuestra Santa Madre
Iglesia. No les dejó ni un metro de tierra a sus peones.
En Loja, en
pleno siglo XX, un tal Burneo, poderoso hacendado, hizo marcar el culo de
siervos suyos con el mismo hierro candente con que marcaba el culo de sus
bestias.
Ahora esa
clase de ricos, prolongados en sus descendientes, están llorando, porque los
ricos también lloran. Hoy lloran
los alvaritos, los ñaños Isaías, los
nobles aspiazu, los febres
y otras hierbas venenosas. Lloran porque papá Estado quiere quitarles un poco
de la tierra que tienen en sus uñas largas. Lloran
porque el gobierno infame les quiere ajustar cuentas a los que se enriquecieron
con la plata del petróleo, la
deuda externa, saqueando al fisco, burlando a las aduanas, asaltando a los
municipios, a la defensa nacional, a la seguridad social, al poder legislativo.
Claro que estos vivos dicen derramar sus lágrimas por la desdichada clase
media, por los pobres del montón. ¡Hipócritas, farsantes! Si Cristo fuera
ecuatoriano, vendría aquí y les echaría a latigazos del templo de la patria.
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P.D. Le invito a que escriba su comentario en el recuadro de abajo, no
importa si está a favor o en contra. Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
Twitter:
@lufecahe
Gracias .... ojalá lleguen estos argumentos reales a los herederos millonarios que ahora abundan y estorban en mi Patria .... Gracias
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