Se respira un aire de libertad, el
sol domina el horizonte: la Batalla de Pichincha, 24 de Mayo de 1822, nos
arrancó del yugo hispánico, y ahora, 191 años después, la esperanza alza su
vuelo en todo el territorio ecuatoriano al iniciarse el nuevo gobierno de la
Revolución Ciudadana, presidido por Rafael Correa. Bien que se celebre con ello
la fecha gloriosa, cuando ya venía quedando atrás, gracias a que la Junta Militar impuesta por la CIA el 11 de Julio de 1963, la sustituyó por las
"fiestas de Quito", las del 6 de Diciembre, que honran.. el fin
de la dignidad quiteña, con su defensor, el General Rumiñahui, quemado vivo en
la Plaza Mayor de la naciente capital colonial.. Fiestas de borracheras masivas
con trago regalado al público a costa del Erario nacional.
Ahora es distinto, pues soplan vientos de
soberanía y se abren, aunque lentamente, las puertas de la justicia. Pero en
medio de la alegría y el optimismo, un nubarrón ensombrece los corazones: el
recuerdo de que en fecha conmemorativa, el 24 de Mayo de 1981, fue asesinado el Presidente Jaime Roldós Aguilera, con su esposa y toda su comitiva, siendo así
decapitados los sueños de todo un pueblo por un mañana mejor.
Y lo más
doloroso: el enorme crimen permanece en la impunidad. El miedo de unos, los
cálculos de otros, la subvaloración del hecho determinan este nuevo capítulo de
perdón y olvido, que ha sido tan nefasto en la historia de la República, y más
cuando en el caso Roldós hay todo un tsunami de muertes que se desató a raíz
del monstruoso acontecimiento. Basta con citar la muerte o desaparición
de campesinos de la zona donde se dió el magnicidio, en las montañas de Celica,
Loja, y los siniestros de dos aviones militares a poco de aquello, en que
perecieron el Capitán Rodrigo Bueno y el Mayor Sergio Bayas, cada uno por su
lado y acompañados de otros pilotos y tripulantes, en circunstancias en que los
dos eran testigos claves del suceso, el primero por haber sido el que
confeccionó la carta del vuelo de la muerte, y el segundo por desempeñarse ese
fatídico día como Jefe de la Base Aérea en Quito.
Si este tsunami que se abatió
sobre tantos hogares de civiles y militares ecuatorianos fueron alguna vez
investigados, nadie conoce hasta hoy los resultados. ¿Se los conocerá algún
día, si es que existen? ¿Se harán las investigaciones que no se hicieron?
Hay quienes dicen: que debemos olvidar el pasado y
caminar hacia el futuro. Complicidad o ceguera: nadie puede subir a la cumbre
cargando a la espalda un montón de cadáveres.
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P.D.
Le
invito a que escriba su comentario en el recuadro de abajo, no importa si está
a favor o en contra. Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M. Luis
Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
Estimado Dr. Jaime, me permito saludarlo este día libertario y por este medio a toda la ciudadanía ecuatoriana; felicitarlo por su análisis del Caso Roldós, personalmente a más de uno nos inquietó desde el día que el asumió la primera magistratura, existió ese aire oscurantista que consumó esta tragedia nacional. Desde luego ya no queremos investigaciones soterradas, tenemos derecho a la verdad de lo que ocurrió. Viva la Patria.
ResponderEliminarQuien como usted para ilustrarnos, aunque de forma afable, pero contundente. Ojala que así como en la revolución ciudadana se suman nuevos bríos; también haya personas como usted, con el mismo apetito de comunicar y servir.
ResponderEliminarMuchas gracias.
En estos días el Telégrafo hizo referencia a las asonadas dictaduras de bombitas y triunvituecos, al país le pusieron precio, “asegurar mi retiro”, dijo un general, a estos y a tantos otros sirvientes del imperio, se les olvido pensar en la MADRE PATRIA.
ResponderEliminarResulta ambiguo hablar de soberanía, cuando se soslaya convenientemente un acto impune. De que hubo pruebas, de que las hay, es una verdad amarga. A Roldos lo mato la CIA, en contubernio con los chacales criollos de nuestra incipiente sociedad.