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jueves, 27 de agosto de 2015

LOS DOS COTOPAXIS


El Cotopaxi, identificado como el volcán más alto del mundo, sigue amenazándonos. El hermoso monstruo, digno de admiración y de justos temores, se halla fuertemente monitoreado y custodiado, pero nadie sabe si esta vez volverá a su sueño de siglos o desencadenará su energía aterradora, como lo hiciera en épocas pasadas, cuando arrasó  poblaciones enteras, victimó a miles de seres humanos, mató cultivos y animales y convirtió el cielo, durante días prolongados, en larga noche de fuego, humo y cenizas tóxicas. Todo un capítulo del infierno.

Por desgracia, ni la ciencia más avanzada, ni las tecnologías más sofisticadas, ni las acciones oficiales más aconsejables pueden evitar el desencadenamiento de las furias naturales que, en el caso de los volcanes, proceden de las profundidades hirvientes y revueltas del planeta. Lo que sí podemos y debemos hacer los humanos, y en el caso presente ecuatorianos y ecuatorianas, es tomar conciencia del real peligro y unirnos en la prevención y las medidas puntuales que hagan falta, especialmente en el terreno de la solidaridad con nuestros compatriotas más amenazados por la eventualidad del desastre, como los campesinos, los ancianos y los niños que ahora mismo sufren ya las consecuencias de la imparable expulsión de ceniza.

Cierto que pedir solidaridad en nuestro medio es, por lo menos hoy, algo ilusorio, cuando el odio político ha llegado a tanto como para desmentir el peligro de la erupción del Cotopaxi, acusando al gobierno del presidente Rafael Correa de manipular la situación para ganar réditos políticos, sin que falte la infamia lanzada por algún cretino en las redes, asegurando que el régimen dispuso que se bombardee el cráter del Cotopaxi para provocar una erupción que le permita paralizar las "gigantescas" marchas de la oposición, que se volvieron raquíticas sin necesidad de la intervención del volcán cómplice.

Como quiera que fuese, este momento en nuestra patria el Cotopaxi está poniendo a prueba la sensatez, la solidaridad y la disciplina de hombres y mujeres de nuestra patria, tengan o no carnet de Alianza País, cuotas secretas de la Usaid y de la banca chulquera, o la bendición de Álvaro Uribe, convertido en santo padre del paramilitarismo fascista en toda América del Sur.

Por lo demás, en nuestro medio existe otro Cotopaxi, tanto o más peligroso que el precioso monstruo: la irracional división política existente en la actualidad, donde más importante que buscar culpables, resulta establecer sus causas, entre las que forzosamente se hallarán los apetitos de los que siempre fueron dueños del país -gringos y criollos-, líderes políticos desplazados o en desocupación, reyes de la banca y el gran comercio consumista, medios de comunicación con celular en la embajada, latifundistas urbanos y rurales, corruptos de toda laya,  alcahuetes de la Chevron y otros héroes del neoliberalismo

Todos estos y muchos otros son factores que alimentan la combustión de este otro Cotopaxi, que si no se lo controla y combate con armas racionales y democráticas, podrá producir una erupción de tal grado que acabemos con algún Pinochet encima, que no con un gobierno de izquierda light o derecha tibia. Frente al peligro de una gigantesca erupción de este otro Cotopaxi, todo diálogo es bueno, siempre que conduzca al abrazo y a la marcha conjunta de todos quienes sueñan-soñamos- con cambios profundos, con una sociedad libre en una república libre, bajo la mirada tutelar de Simón Bolívar y Eloy Alfaro.

E-mail: jaigal34@yahoo.es          Twitter: @jaigal34
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C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.

Twitter: @lufecahe

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