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sábado, 14 de julio de 2012

ABRIR LAS PUERTAS DE LA CASA



Una casa, por hermosa y bien construida que sea, se autodestruye, se llena de polvo y telarañas, es carcomida por las polillas si la vida no bulle dentro de ella, si sus puertas y sus ventanas permanecen cerradas impidiendo la entrada del sol, el aire y el viento. Cabalmente, esto ocurre con la Casa de la Cultura Ecuatoriana, nacida en el fragor popular de la Revolución del 28 de Mayo de 1944, llamada La Gloriosa. Cuando la Casa nació, inspirada en el pensamiento de BenjamínCarrión, lo hizo bajo la influencia ideológica de la izquierda, representada por el Partido Comunista del Ecuador y el Partido Socialista Ecuatoriano. Para entonces y durante los años iniciales, la Casa incorporó en su seno al 90% de los artistas, escritores y científicos del país. 68 años después, menos del 5% de tales creadores pertenece a la institución, lo que demuestra una caída por el despeñadero de la incomunicación con el conjunto de la sociedad ecuatoriana.
 Esta marcha del cangrejo, hacia atrás, nos presenta hoy el panorama de una Casa de la Cultura que camina con muletas y sobrevive con tanques de oxígeno. ¿Qué ha ocurrido en estas últimas décadas?, ¿Cuáles las causas determinantes de esta regresión o estancamiento? Son tres, principalmente: la escasa democracia institucional, el centralismo y el elitismo. Lo primero se comprueba por el escaso número de miembros, que no llegan  a 3.000, en un país de 15 millones de habitantes, y donde solamente contando las principales ciudades, se puede ubicar más de 100 mil actores y gestores culturales de toda índole.
Por su parte, el elitismo ha confinado, tanto a la  Matriz como a la mayor parte de Núcleos provinciales, a una especie de sectas de  “cultos”, que practican y gozan de una cultocracia ajena a la vida nacional y a la propia creación de individuos y comunidades excluidas de estas cofradías. En cuanto al centralismo, este deriva de un anacrónico mal de la república, donde Quito y Guayaquil acaparan el poder y los privilegios de toda índole en desmedro de las provincias, a la vez que las capitales provinciales lo hacen respecto de los cantones y las cabeceras cantonales en relación con las parroquias. Por otro lado, la falta de políticas acertadas hace que valores culturales de gran significación sean menospreciados o marginados, lo que particularmente  se refiere a los valores de la negritud, de las nacionalidades indígenas y de los pueblos montubios. Por fortuna hay también  gestos positivos, como el resuelto por la Asamblea en el sentido de otorgar
Julio Micolta Cuero
al poeta negro Julio Micolta la presea Vicente Rocafuerte, que le será entregada el martes 17 de julio. 
 En todo caso, este panorama deprimente para el sueño de convertir al Ecuador en una potencia cultural, se revela en nuestros días en los debates que produce el momento eleccionario que vive la institución y que culminará el 1 de agosto próximo con la elección de Presidente y Vicepresidente nacional de la Casa, dado lo cual nadie debería permanecer indiferente ante este proceso, que es de vida o muerte, donde se juega el porvenir de una de las más importantes creaciones de la vida nacional.     

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