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miércoles, 20 de abril de 2016

LA HORA DE LA HERMANDAD

Generalmente, las grandes tragedias colectivas unen a la gente por encima de los sectarismos políticos y religiosos, las diferencias y odios de clases, el individualismo corrosivo que prohija  el capitalismo. Así ocurre cuando las guerras y las catástrofes, como también cuando los pueblos son víctimas de prolongadas tiranías.

También así ha sucedido en nuestra patria, por ejemplo cuando la invasión peruana de 1941, en que las grandes masas se unieron para echar abajo el gobierno vendepatria y despótico de Carlos Alberto Arroyo del Río, símbolo mayor de la oligarquía guayaquileña, en gran medida culpable del desastre fronterizo.

Igualmente en el año 48, cuando el terremoto de Ambato, aunque entonces la solidaridad se enfrió a causa del pillaje cometido por grupos conservadores de esa ciudad, protegidos por el obispo Bernardino Echeverría,  que se alzaron con la cuantiosa ayuda internacional, mientras las multitudes damnificadas se refugiaban en meros biombos construidos con esteras. En otros episodios de la vida nacional se ha podido comprobar que en el alma popular duerme un profundo sentimiento de solidaridad, que esta vez ha despertado con toda su fuerza al producirse el devastador y extendido terremoto del 16 de abril.

Una verdadera marea de solidaridad ha invadido el país, del que es protagonista principal el pueblo anónimo, encabezado por los gobernantes nacionales y varios seccionales, con participación de soldados, policías, bomberos y toda clase de voluntarios, con la presencia de una pronta y generosa ayuda internacional. Esto alivia el dolor, aunque no pueda secar las lágrimas de las miles de familias destrozadas por el sismo, ni revivir a los muertos.

En adelante, todos tenemos la inmensa tarea – pero también la oportunidad- de conservar la unidad lograda por la tragedia y convertirla en la fuerza necesaria para reconstruir las provincias y poblaciones arrasadas.

Claro que las diferencias no serán borradas por el efecto del cataclismo natural, pues supervivirán los intereses de grupos y de individuos, especialmente cuando Ecuador vive un año electoral  que comenzó en un ambiente de confrontaciones duras, acciones violentas de grupos ultra, difamación, insultos y amenazas a través de ciertos medios y de las redes donde se ocultan fácilmente los peores enemigos del encuentro social y el bienestar común.

Ahora corresponde a los dirigentes más sensatos y sanos, bregar por mantener esta ejemplar unidad, sin pretensiones de triunfos excluyentes ni prevalencia de ambiciones desmedidas.

El pueblo ecuatoriano – hombres, mujeres, ancianos y niños—que ha concurrido masivamente en auxilio de los damnificados, al entregar sus aportes materiales y su concurso personal, nos enseña a todos que merece el respeto y el apoyo que muchas veces se le niega,  como sucede con aquellos millonarios que por no pagar sus impuestos en el país para beneficio común, corren a esconder sus fortunas bien o malhabidas en  paraísos fiscales como Panamá.

Después del 16 de abril nada será igual en el país, y en materia de conducción política solo saldrán adelante quienes sean capaces de comprender a fondo el momento que vivimos y emprender en las bases de la reconstrucción, que bien puede llevarnos dos generaciones; es decir, medio siglo.

E-mail: jaigal34@yahoo.es          Twitter: @jaigal34
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C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.

Twitter: @lufecahe

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