En
el Ecuador existe desde siempre –es decir, desde 1830, en que se fundó la
República- una cultura de la muerte. No nos referimos a los diversos cultos
funerarios que practica la población, y que difieren conforme las costumbres
ancestrales de indígenas, mestizos, afrodescendientes, creyentes, etc. Nos referimos a esa especie
de menosprecio a la vida de los demás, al facilismo con que se atenta contra la
existencia del prójimo, aun si hechores o malhechores recitan diariamente el No Matarás que figura entre los 10 Mandamientos.
En
lo político, el mencionado año fundacional ocurrió el asesinato del Gran
Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, por obra de militares y
gobernantes ambiciosos, enemigos de Bolívar y de la Gran Colombia. Desde allí,
hasta el 30-S todo sería un río de sangre atravesando la historia patria:
masacres de trabajadores y gente pobre el 15 de Noviembre de 1922, de
estudiantes y pueblo el 2 y 3 de junio de 1959, de obreros del Ingenio Aztra enoctubre de 1977, de indígenas y montubios en los feudos de los gamonales, la
Iglesia y empresas extranjeras, ejecuciones bajo la pena de muerte con García
Moreno o Caamaño, ejecuciones ilegales bajo el pretexto de combatir a elementos
subversivos, la Hoguera Bárbara de 1912, el magnicidio del Presidente Jaime Roldós, y una interminable lista de víctimas del odio y el desprecio de los
poderosos del país y de sus mandones de fuera, entre los que se destacan órganos imperiales como la C IA, esa central
norteamericana del terrorismo y el espionaje que ha hecho la desgracia de
numerosos pueblos de la Tierra. Con lo cual tenemos que más de 180 años de
violencia han configurado un espíritu de resignación, quemimportismo o temor en
el seno del pueblo, o una especie de fatalismo ante la muerte por acción de los
otros. A ello contribuye, sin duda, la impunidad que se ha dado siempre en la
investigación y castigo de estos crímenes. En todo ello hay una cultura de la
muerte.
En
este ambiente y con tales antecedentes, el país sufre actualmente una ola interminable
de toda clase de violencia social, expresada en abultadas cifras de asaltos,
asesinatos, violaciones, con presencia de bandas delictivas en el campo y las
urbes, así como de crecientes grupos de sicarios. Mucho de ello, como
consecuencia de haberse convertido el país en plaza y nudo vial del
narcotráfico, y como secuela también de la influencia de la invasión mediática
a todos los hogares, con periódicos que chorrean sangre y programas televisivos
donde reinan las armas, las explosiones, los gánsteres y los policías corruptos..
Dentro de este mundo siniestro, los diarios episodios de muerte en las
carreteras, por obra de conductores trasnochados o irresponsables, no son sino
una expresión de esta cultura de la muerte. ¿Hay soluciones para este grave mal
o estamos condenados a perecer bajo su peso descomunal? Sí, hay soluciones,
pero a largo plazo, pues consisten en desarrollar una cultura de la vida, y
esto entraña el desarrollo de la solidaridad humana, la cooperación entre unos
y otros, la estricta regulación de los medios, el abandono de esa hoy
común mentalidad de aspirantes a
millonarios. Es decir, hace falta una revolución de los corazones y los
espíritus.
Buenas tardes;
ResponderEliminarMe uno a esa reflexión muy acertada y a la vez muy difícil de aceptar porque nos plantea nuestra propia responsabilidad frente a tanta violencia , el acostumbrarnos a vivir en esta especie de psicosis colectiva, todos los días me levanto y me dirijo a mi trabajo sin saber si en el camino serè víctima de un asalto o simplemente si retornaré a mi hogar a las 17 Horas como hasta ahora GRACIAS A DIOS a sucedido, y digo gracias a DIOS con la plena convicción de que es lo único que nos proteje tanto a los creyentes y no creyentes.( en este país donde no funciona la policía, los alcaldes, no hay justicia ni militares que protegan al ciudadano común .
Pero me gustaria acotar algo mucho más profundo y trascendente, para cambiar esta realidad primero debemos cambiar la manera de nacer, soy enfermera tengo 12 años de experiencia laboral y le puedo asegurar que la violencia la siente el ser humano desde el momento mismo de su nacimiento, debemos luchar por humanizar el parto y la crianza de nuestros hijos y esa sera la nueva generación que cambiará esta violenta sociedad por una SOCIEDAD de paz, entendimiento, tolerancia y respeto a si mismo.
Atentamente,
Lic.Mónica Altamirano.
ENFERMERA Guayaquil.