Cuando
el cuerpo humano sufre una infección, su temperatura sube a distintos grados,
ocasionando múltiples dolencias y, eventualmente, la muerte. Algunos creen
ingenuamente que refrescando el ambiente y cambiando el ropaje de la cama, la
persona afectada mejorará sin falta. Estos han olvidado la sabiduría popular
que nos enseña que la calentura no está en las sábanas.
En Alianza País, luego de los graves reveses del 23 de febrero y con miras a su
convención nacional del primero de mayo próximo, se desarrolla una movida
discusión relacionada con que si la organización debe mantenerse como un
movimiento o convertirse en partido político. En este debate se olvida el
pasado inmediato, cuando Alianza País obtuvo resonantes triunfos sin ser
partido y -para ser justos- ni siquiera movimiento constituido orgánicamente.
Hasta hoy fue solamente una enorme masa de adherentes y simpatizantes, una masa
de electores que funcionó bastante bien el día de acudir a las urnas, pero que
el resto del tiempo se pasó de vacaciones, o dedicada a consolidar al interno
grupos de amigos y parientes con los ojos puestos en la troncha.
Nada
que ver con una labor diaria de organización, captación de aliados, preparación
de líderes a todo nivel, impulso a las acciones decisivas que demanda el
momento. Dos ejemplos notables en relación con esto último: el 30 -S y la
campaña contra esa banda del crimen organizado llamada Chevron. En el 30-S la
situación fue salvada por el coraje del propio líder de la Revolución Ciudadana
y la movilización espontánea del pueblo quiteño. La organización de las bases
en la capital y aún más en el país, brilló espectacularmente por la ausencia.
En cuanto a la campaña contra Chevron, transcurre solitaria en niveles de
dirección nacional sin una real incorporación de bases y provincias, como si se
tratara de un asunto anecdótico y secundario y no de una de las tareas fundamentales
dentro de la proclamada adhesión a los principios de soberanía nacional.
Es
que no existe verdadera organización política, conciencia de la realidad,
concepción clara del 'papel colectivo e individual a jugar en el presente,
visión histórica de lo que sucede hoy y de lo que se viene en nuestra América y
el mundo a manos del imperio más bárbaro que ha conocido la humanidad. De allí
que consideramos que la discusión entre mantenerse como movimiento o
convertirse en partido, es una discusión ociosa, que parte de suponer que la
calentura está en las sábanas y no en el cuerpo afectado por un naciente
proceso infeccioso.
Al
respecto, nos puede ayudar la historia para ver más claro. Ejemplos: la Revolución Rusa de 1917 conducida por un partido férreamente organizado, acabó
por perderse décadas después por la corrupción, el sectarismo y el burocratismo
de los grandes mandos. En cambio la Revolución Cubana se impuso a partir de un
movimiento - el Movimiento 26 de Julio- y no de ningún partido, como sucediera
igual en Venezuela con la Revolución Bolivariana y en Nicaragua con el Frente
Sandinista. Que en estos tres casos el proceso evolucionara y fuera
construyendo partidos unificados, es otra historia.
Movimiento
o partido, el ropaje es lo de menos. Lo esencial es darle una estructura
orgánica de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, a toda esa masa
bullente de adherentes y simpatizantes, abriendo las puertas a colectivos e
individualidades que no necesariamente encajan en las normas disciplinarias establecidas,
pero que en lo esencial acogen los principios del Sumak Kausay y
están dispuestos a batirse por ellos. Y constituye también un imperativo la
formación ideológica de toda la militancia, formación que comprende
doctrina y práctica, práctica y doctrina. Doctrina que no se refiere a los
textos sagrados del marxismo-leninismo sino a los postulados de la Segunda Independencia y del socialismo del siglo XXI.
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C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
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