En
esta época, cuando en el planeta Tierra se ha instalado el Dios Mercado como el
Ser Supremo, quienes mandan en gran parte del mundo son los mercaderes de la
muerte, por ahora comandados por Donald Trump, el hitlercito de la Casa Blanca.
Su principal negocio, claro está, es la guerra, a la cual se dedican fabulosos
presupuestos, como en el caso de Estados Unidos donde el 51% del presupuesto
del país, se entrega al armamentismo como lo mostró arrogantemente Trump en la
venta de miles de millones en armas, negociados por él en Arabia Saudita a
comienzos de su gobierno. Desde luego no sólo armas cubren el rubro de la
muerte. También un millar de bases militares norteamericanas, academias
militares extendidas por todas partes, incontables conflictos bélicos
dondequiera, incluido la reciente tentativa de invasión a Venezuela.
¿Y
en el Ecuador qué hay? Nadie conoce nada a no ser por las proclamadas
declaraciones del presidente Lenín Moreno sobre adquisiciones de armas y
equipos para las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, con abundantes elogios a
los jefes mientras las tropas permanecen en la postergación de siempre. Se
oculta también la entrega de Galápagos al militarismo norteamericano so
pretexto de combate al narcotráfico, pero en realidad con miras al dominio en
el Pacífico. (A propósito del capítulo armas es bueno recordar que en sus
inicios el presidente hizo gala pública de su amistad con Conto Patiño, el más
notorio traficante ecuatoriano de armas, y del apoyo que éste le había brindado
en Ginebra).
Más
no sólo la guerra es fuente de enriquecimiento. Ahora también lo es la pandemia
del coronavirus que diezma a la humanidad y en este caso, al Ecuador. Aquí el
mal reporta cuantiosos beneficios a una interminable nómina de clínicas
privadas, cementerios privados, cadenas farmacéuticas, acaparadores de
alimentos, negociantes de ataúdes de cartón, etc., etc.
En
este campo, hay hechos que claman justicia
al cielo, como el caso de la familia que durante una semana no pudo
retirar el cadáver de un ser querido, de la clínica privada que le exigía el
pago de 68 mil dólares para entregárselo. ¡68 mil dólares! Una suma igual al
salario mensual básico de 154 trabajadores.
Luego
tenemos el caso del suculento negocio de fundas plásticas para envolver
cadáveres, por las cuales se llegó a cobrar hasta 150 dólares por unidad,
cuando en otros lados del país costaba 10 dólares cuando más, según lo han
divulgado medios de prensa y redes sociales.
Después
de esto, ¿alguien aplaudirá el “modelo exitoso” que vive Guayaquil, repleta de
clínicas privadas y víctimas de la pandemia? ¿Alguien defenderá este sistema
capitalista donde lucran inmorales traficantes de cadáveres?
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C. M. Mg. Luis Fernando Carvajal Herrera.
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