Ecuador ha sido sacudido, cuarteado y agrietado por dos grandes sismos: el de 16 de abril del 2015 y el del 2 de abril del presente año, 2017. El primero fue el descomunal terremoto que devastó a la provincia de Manabí y a parte de la provincia de Esmeraldas, y el segundo el sismo que se produjo el pasado 2 de abril, cuando el binomio Lenín Moreno-Jorge Glas triunfó en la lid electoral venciendo a la derecha , la ultraderecha, los oportunistas de toda laya y colorido, la bancocracia y ese mundo sórdido de los llamados “medios independientes”, que forman parte del viejo país y de la eternamente viva dominación extranjera, yanqui por más señas. La bandera con la cual triunfó este binomio fue la Revolución Ciudadana, que por repetidas ocasiones, en la palabra del nuevo presidente, se ofreció defender y continuar. Marcando distancia con el liderazgo de Rafael Correa, sostenido abrumadoramente en toda la última década, Moreno señaló desde el comienzo que él instauraría el diálogo multisectorial como método de gobierno, sin exclusión de nadie.
La razón era y es plausible, pues en medio de los logros sociales e
institucionales que se obtuvieron en la llamada “década ganada”, el país
sufrió, evidentemente, una asfixia causada por rasgos de intolerancia oficial,
compadrazgo con elementos corruptos y contrarrevolucionarios y, muy
especialmente, un sectarismo aplastante por parte de Alianza País, cuyos
dirigentes nacionales y, al menos en parte, provinciales, cerraron las puertas
al entendimiento con sectores populares y democráticos, menospreciaron la
participación de agrupaciones y personalidades que no poseían el famoso carnet
de dicho movimiento, convertido en sagrada fórmula de adhesión y hasta en azote
de millares de simpatizantes de la Revolución Ciudadana; sectarismo señalado
por el propio líder, Rafael Correa, quien la misma noche de la gran derrota
electoral en los comicios municipales de febrero de 2014, criticó con dureza
este mal y el engaño mayúsculo que derivaba de él, pero no se adoptó medida
alguna para superar tal situación corrosiva. Todo esto determinó una
considerable baja de popularidad y de interés en los postulados de la
Revolución Ciudadana, a tal punto que apenas se obtuvo una ventaja de
algo más de un punto sobre la candidatura del binomio Lasso –Páez.
Ya en la aplicación de la línea oficial del diálogo, los sectores
empresariales, los indicados medios y otros factores de los sectores siempre
dominantes, hallaron o creyeron hallar una puerta de entrada totalmente abierta
a sus designios, y hasta se han atrevido a tratar de imponer sus programas de
gobierno demagógicos y conservadores exhibidos durante la campaña electoral. A
ello se suma la proclamada política de anticorrupción, reclamada con toda razón
y pleno derecho por la ciudadanía, y alentada con impresionantes vocería
contra varias figuras del régimen de Rafael Correa, principalmente el
vicepresidente de ayer y de hoy, Jorge Glas.
Sin embargo, hay que anotar que detrás de la cruz está el diablo, pues
la compaña contra Glas esconde la poco disimulada agenda política de la
oposición y sus varias cabezas: tumbar al vicepresidente, no tanto para
castigar los alegados cargos de corrupción, sino para hundir políticamente al
llamado “correísmo”, a la figura de su máximo líder y a todos los avances
logrados por la Revolución Ciudadana, incluida sus firmes pasos en defensa de
la soberanía nacional y en pro de la hermandad y la independencia de los
pueblos hermanos del continente, atacados seriamente en Argentina, Brasil,
Cuba. Bolivia y, especialmente Venezuela.
Lograda la destitución de Glas, si la logran, vendrá la puja por nombrar
un vicepresidente de acomodo que les permita a las fuerzas de la restauración
neoliberal-conservadora volver a la situación anterior a la Revolución
Ciudadana: la conversión del Estado en simple oficina de negocios de los
grandes capitalistas criollos y extranjeros, con libra disposición a su favor
de los dineros públicos y de las grandes recursos naturales que nuestra patria
posee. Eso es todo. Por eso afirmamos que detrás de la cruz está el diablo; es
decir, enmascaradas en las dulces palabras de la reconciliación nacional, están
los afilados colmillos del lagarto. Y claro no se necesita ser brujos para
pensar que en esas condiciones, el presidente Lenín Moreno puede resultar
acorralado. Y si resiste…
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C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
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