Un
mandamiento bíblico, al que están obligados todos los practicantes del
cristianismo –católicos, protestantes, evangélicos-, está escrito en piedra, y
les ordena: NO MATARÁS. Así de simple. No matarás a tu prójimo ni a tu prójima.
No matarás ni a propios ni a extraños. No matarás ni a tu amigo ni a tu
enemigo, ni individual ni colectivamente. No matarás a nadie; y si lo haces,
atente a las consecuencias: quien a cuchillo mata, a cuchillo muere. Aquel
hermoso principio humanístico ha sido constantemente violado en estos dos mil
años después de Cristo. ¿Acaso no fue la Iglesia Católica quien creó la Inquisición, y con ella el potro de tormento y otras torturas brutales, hasta
llegar a condenar a las víctimas a morir en la hoguera, como sucedió con tantos
supuestos réprobos y brujas, rebeldes y sabios? Con relación a nuestra América,
¿no fueron reyes católicos los que auspiciaron, permitieron u ordenaron el exterminio de pueblos indígenas enteros? ¿No
fue el católico Francisco Pizarro quien hizo asesinar al gran Atahualpa, con la
bendición del cura Valverde? ¿Y no fue el católico Sebastián de Benalcázar el
que condenó al heroico Rumiñahui a ser quemado vivo en la Plaza Mayor de Quito?
Allá en Europa, ¿ no fueron monarcas católicos y protestantes los que organizaron
Las Cruzadas para que ejércitos enteros, en nombre de Cristo, fueran a exterminar a pueblos creyentes del Islam, especialmente a los ubicados en el mundo árabe? ¡Hipócritas, sepulcros blanqueados! Bajo el pretexto de salvar la religión, se han cometido grandes
crímenes contra la humanidad, entre ellos el colonialismo y el tráfico de
esclavos, así como se implantaron golpes
de Estado y efectuaron incontables magnicidios. Gobernantes norteamericanos,
supuestamente cristianos, como Harry S. Truman, mandaron descargar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, pulverizando en un instante a cerca de 200
mil seres humanos; o como Bush después, comenzaron el genocidio de Afganistán, Irak y Libia, que hoy continúa BarakObama y se ha extendido a Siria a manos de opositores fascistoides y
regimientos de “perros de la guerra”, como los yanquis llaman a los
mercenarios. Sí, de acuerdo; también de parte de los musulmanes se han dado
muchas veces excesos y violencia condenables. Sí, merece castigo el asesinato del embajador norteamericano en Bengazi, Libia, por un grupo armado de
musulmanes. ¿Pero acaso bajo la OTAN y el comando yanqui no se ha masacrado alpueblo libio con el pretexto de combatir la dictadura de Gadafi? ¿No se
arrasaron todas las ciudades, excepto Bengazi? ¿No se hizo retroceder a Libia
medio siglo? ¿No se condenó al pueblo
libio al hambre, al desempleo y el exilio?
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