Uno de los sentimientos más dolorosos en el ser humano es la
vergüenza ajena, es decir asumir la culpa de otros en algo que nos concierne a
los demás. ¿Por qué asumirla si nos causa pesar, disgusto, incluso rabia? Sin
duda porque de alguna manera esa culpa nos corresponde, sea por error,
negligencia u omisión. En fin, también nos toca.
Lo decimos porque ayer escuchamos a un alto ejecutivo de Petroecuador en
entrevista de radio Pichincha Universal, que sentía “ vergüenza ajena” por las
irregularidades cometidas en el ente petrolero, que debería ser símbolo
de dignidad ciudadana y de soberanía nacional, pues las pillerías y atracos en
ese campo cometidos por distintas autoridades a lo largo del tiempo –en este
caso en la “década ganada”- han sido causa mayor para la pobreza de las
mayorías, fuente de crímenes mayúsculos, palanca para constituir grandes
fortunas, enriquecer a la banca chulquera, fomentar empresas secretas en los
paraísos fiscales y alcahuetear el saqueo de nuestra riqueza por parte de
tantas multinacionales petroleras como Anglo, Chevron, Texaco, Gulf, EDC,
Halliburton, etc., etc., etc.
Pero no es suficiente tener “vergüenza ajena”. Lo indispensable, lo que
no admite dilación ni contemplación alguna es destapar la olla podrida del
petróleo ecuatoriano, manejado por distintas mafias a lo largo de varios
gobiernos, destacándose en este campeonato de corrupción, en listado
incompleto, los de Osvaldo Hurtado, León Febres Cordero, SixtoDurán Ballén, Fabián Alarcón, Jamil Mahuad, Lucio Gutiérrez, cuyos
sobrevivientes y representantes baten palmas por la apertura del diálogo
nacional generosa y democráticamente ofrecido por el presidente Lenín Moreno,
al cual cubrieron de insultos durante la campaña electoral, en que los
camisas negras del fascismo amenazaban con degollarlo.
Hace 45 años salió a la luz nuestro libro “El Festín del Petróleo”,
hasta hoy recordado y mencionado por muchos ecuatorianos. Un festín en cuya
mesa disfrutaron suculentos manjares y bebidas espirituosas los amos mundiales
del petróleo y su corte de bufones y bribones, mientras la masa arrojada a la
miseria y el olvido se arrastraba para recoger las migajas sobrantes del
festín, para engañar el hambre de sus hijos.
Ahora hace falta escribir “el segundo festín”, pero más que ello
recuperar la memoria histórica relacionada con el petróleo, para que la nueva
generación cobre conciencia y alimente la necesaria decisión de abrir las
cuentas y los cuentos secretos de estas repetidas infamias, para inaugurar la
nueva historia de la patria, conducida por banderas de honestidad
incorruptible, donde los jefes de tales mafias se hallen arrojados al
basurero del pasado o mastiquen su arrepentimiento en la cárcel.
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P.D. Le invito a que escriba su comentario en el recuadro de abajo, no
importa si está a favor o en contra. Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
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@lufecahe
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