Con su enorme humanidad, cercana a los dos metros, el histórico líder de
la Revolución Cubana fue siempre el hombre de los desafíos, que se
interpusieron en su paso de gigante y que siempre resultaron vencidos.
Perdido
en la historia se halla un dato anterior al Moncada y a la epopeya de la Sierra
Maestra. Su participación en un grupo de latinoamericanos que partió de Cuba con el ánimo de llegar a la República Dominicana y tentar el derrocamiento del sanguinario dictador Leónidas Trujillo, el títere predilecto de Wall Street y la Casa Blanca. Vano intento de este valiente comando de voluntarios: el barco fue abordado por la fuerza pública y todos resultaron detenidos, menos Fidel, que se lanzó al mar embravecido y ganó la costa a nado.
Lo que vino después resulta más conocido: el fracasado ataque al cuartel Moncada (26 de julio de 1953), la prisión en Isla de Pinos, su célebre defensa ('La historia me absolverá´), el exilio en México, donde se le unió Ernesto Che Guevara; la expedición del Gramma, los tres años de guerra de guerrillas, hasta el triunfo del 1 de enero de 1959. Luego vendría la
permanente confrontación con el imperialismo, y el record mundial de más de 500 tentativas de asesinato fraguadas por la CIA y la madriguera
antirrevolucionaria de Miami, bajo las órdenes de diferentes mandatarios
norteamericanos, incluidos el republicano general Eisenhower y el demócrata
John F. Kennedy. En el camino, Fidel venció otro sangriento desafío: la
invasión de un millar de mercenarios organizados y armados por los yanquis
En fin, podríamos llenar páginas y páginas y no acabaríamos de contar
todos los desafíos que ha tenido en su prolongada vida Fidel Castro, quien de
paso ha visto encaminarse a la tumba a una decena de furibundos ocupantes de la
Casa Blanca, enemigos jurados de Cuba y de América Latina, en tanto que él
corona 90 años de existencia cubierto de legítima gloria.
Pero hay otros desafíos de gran trascendencia que han sido olvidados por
los mayores y que desconocen las nuevas generaciones, por lo que se hace
necesario sacudir la mata del olvido.
Uno de los principales, en el campo político, fue la denuncia contra el ‘sectarismo’ que puso en grave riesgo la estabilidad victoriosa de la Revolución. En efecto, en los primeros años sesenta un antiguo dirigente comunista, Aníbal Escalante, en forma agazapada había movido los hilos de una virtual conspiración para irse apoderando de puestos claves de la dirección. No
estaba solo. Coincidían en sus propósitos otros dirigentes y militantes del
antiguo Partido Socialista Popular de Cuba (nombre nacional del partido
comunista), que pese a su proclamada
oposición a la guerra revolucionaria, encendida entonces en la Sierra
Maestra; ahora, cobijados en la ayuda soviética, fueron ocupando puestos desde
los cuales difundían tesis supuestamente marxista-leninistas para orientar el
proceso a su acomodo, llegando al extremo de borrar el nombre de Dios en
documentos históricos como el testamento político de José Antonio Echeverría,
el dirigente del valeroso grupo de estudiantes que asaltó el palacio de
gobierno un histórico 13 de Marzo, en heroico y fallido intento de
acabar con el tirano Fulgencio Batista.
La formidable denuncia de Fidel permitió sanear las filas de la
Revolución, aunque posteriormente los sectarios volverían a las andadas. Y no
es que con ello Fidel cayera en otra clase de sectarismo, tal vez a favor de su
propio movimiento 26 de Julio, sino que comprendió a cabalidad que ese
brote maligno de sectarismo dificultaría la unidad de todos los auténticos
revolucionarios y del pueblo mismo, amenazando con paralizar la Revolución
gracias a luchas intestinas. Venció Fidel en este grave desafío y la nave de la
historia siguió pujante su ruta bajo el mando del sabio y resuelto timonel. Una
lección de ayer válida para los tiempos actuales, en que los procesos
revolucionarios de América Latina tienen, entre otros grandes enemigos,
justamente el sectarismo.
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P.D. Le invito
a que escriba su comentario en el recuadro de abajo, no importa si está a favor
o en contra. Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M.
Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
Twitter: @lufecahe
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