No hay
duda de que en Ecuador hay familias afortunadas, sobre todo si nacen en
Guayaquil de mis dolores. Es el caso de la familia Moeller, a la cual desde
hace fú le han llovido jugosos loteriazos. El primer nombre con ese apellido
que brilló en el panorama nacional fue el de Juan Moeller, allá por los años 60
del siglo XX. Lo reveló Philip Agge, el célebre ex agente de la CIA en su
famoso diario (1974). Allí nos cuenta que el bienaventurado Juan oficiaba
entonces como agente en Quito de la central norteamericana para el terrorismo y
el espionaje, como destacado integrante de la Asamblea Mundial de la Juventud,
que concedía becas internacionales y viajes de placer alrededor del mundo a sus
afiliados. Un suculento loteriazo.
Esto
mientras las "pandillas socialcristianas" entrenadas y pagadas por la
CIA, según Agee, ponían bombas en los templos para inculpar a Fidel
Castro y a los comunistas, y azuzaban a los campesinos para linchar profesores,
como los hermanos Velicela en Santa Ana, cerca de Cuenca, bajo la consigna de
que nuestro país rompiera relaciones con la Cuba revolucionaria.
Luego de
Juan vino Werner Moeller, quien obtuvo sus primeras glorias como presidente de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, cuya historia la resumiremos en pocas
líneas.
La Junta de Beneficencia fue fundada en 1888 por los "gran cacao" de la época,
devoradores de tierras en Guayas y los Ríos, supuestamente con fines
filantrópicos para favorecer a los pobres, esquilmados por la misma
oligarquía porteña.
Poco
después, la Junta sacó a público su gran invención: la Lotería de Guayaquil,
llamada así durante varias décadas, hasta que a un despistado prefecto
capitalino se le ocurrió anunciar la creación de la "lotería de Pichincha" La furia de aquella oligarquía y de sus paladines de la Junta de Beneficencia
fue terrible. Poco faltó para que Quito fuera amenazado con la bomba
atómica. El argumento de los patricios de la Junta fue que ésta no sólo
beneficiaba a los guayaquileños sino a toda clase de muertos de hambre
arrojados al Puerto por la miseria nacional, como era -argumentaban- el caso de
los hospitales.
El
prefecto de Pichincha reculó en su audaz proyecto y los patricios, con esa
viveza criolla en que son expertos, enseguida le cambiaron de
nombre a la Lotería de Guayaquil y la bautizaron como "Lotería
Nacional". Después vinieron las Raspaditas, el Lotto, el Pozo Millonario.
Todo para aumentar el enorme volumen de los ingresos de la Junta, que
constituyen una especie de impuestos a la esperanza de los pobres ecuatorianos.
Y vaya
si algún gobierno intenta fiscalizar y auditar la incontable fortuna de
la Junta y las prebendas de sus dichosos 39 directivos... Ese día se parte el
cielo y San Pedro cae con sus llaves y se ahoga en el Estero Salado, hoy
convertido en cloaca por el abandono municipal.
Pero
volvamos al ilustre apellido de esta familia de potentados. Cerremos la
historia con un broche de oro: el caso de Heinz Moeller, del cual el terrible
Don Buca se burlaba diciendo que tenía nombre de cerveza alemana.
Canciller del Fabiolo, elocuentísimo orador del parlamento ecuatoriano, se
destacó en él en 1989 como presidente de la Comisión de Asuntos
Internacionales, dando el visto bueno al gobierno de Jamil Mahuad para que celebrara la entrega de la Base de Manta a los militares norteamericanos, en
franca violación de la Constitución que ordenaba que todo tratado y convenio
internacional que suscribiera el país fuera primero aprobado por el parlamento
ecuatoriano. Nunca lo fue, y el pueblo ecuatoriano no cayó en cuenta de este
terrible golpe de traición nacional, pues en esos mismos días Mahuad, con el
apoyo de los Guillermo Lasso, los Nebot, los Moellar y sus congéneres dictaba
el feriado bancario que lanzó a la emigración a tres millones de ecuatorianos,
el cuarto de toda la población.
Hoy se
revela que la ilustre casa Moeller está, entre tantos otros, envuelta en las
sábanas sucias de los "Papeles de Panamá".
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P.D. Le invito a que escriba su comentario en el recuadro de abajo, no
importa si está a favor o en contra. Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
siempre me pregunté ¿donde irían a parar los millones que recoge a diario "LA LOTERÍA DE GUAYAQUIL"
ResponderEliminarSiempre claro, incisivo, lúcido! Gracias una vez más por esta información que nos convoca a la reflexión y a hacer memoria. Abrazo!
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