Años
atrás, concurriendo a una sesión del Tribunal Russell en Roma, visitábamos el
cercano y espectacular Zoológico de la ciudad. El bullicio de la fauna cautiva
era notable. De pronto, un potente rugido de león rompió el aire: sobrevino un
silencio cobarde, los demás animales se achicaron en sus respectivas jaulas.
Hoy día, cuando el envejecido león británico lanza sus amenazantes rugidos
contra la soberanía del Ecuador, muchas almas pusilánimes se achican y critican
al Presidente Rafael Correa por suscitar las iras de este rey de las selvas del
capitalismo salvaje. Esta gente sería capaz de permitir que la fiera invada nuestra
embajada en Londres y despedace con sus colmillos sangrientos a Julián Assange,
que además de merecer respeto por el hecho de ser humano, se ha convertido en
símbolo de la libertad de expresión, tan necesaria para los pueblos y tan
cacareada hipócritamente por los dueños del mundo y sus sirvientes de toda
especie. Desde luego, hay quienes en sus críticas no parten del temor a los
rugidos, sino de su entreguismo a los poderes imperiales, que los comparten
como los últimos socios y descarados beneficiarios. ¿La soberanía nacional?
Recordemos la célebre frase de Gustavo Noboa Bejarano, cuando en su hora
presidencial, defendiendo la base yanqui en Manta y el consiguiente plato de
lentejas, expresó: “La soberanía no se come”.
Lo que no
se dice, o se olvida por conveniencia, es el hecho de que el Reino Unido jamás
fue solidario con el Ecuador en sus distintas tragedias y aspiraciones. Cierto
que contribuyó a la Independencia de nuestros pueblos latinoamericanos mediante
préstamos al Libertador Simón Bolívar, pero esa acción estuvo dirigida a
debilitar al principal rival de Inglaterra que era España. De allí nació para
el Ecuador un nefasto destino que tuvo por nombre La Deuda Inglesa, que
significó un gran negocio para los prestamistas, que vendieron a diestra y siniestra
los respectivos bonos, para provecho de financistas internacionales y de
corrompidos gobernantes ecuatorianos, a tal punto que esa deuda enana -25
millones de dólares- la terminamos de pagar recién a los 150 años de adquirida,
en 1975. Por su parte, la multinacional Anglo Ecuadorian Oilfields, gloria del
imperialismo inglés, vino luego de la Independencia a saquear nuestro petróleo
de la Península de Santa Elena, considerado el más barato y más dulce y ligero
del planeta; saqueo que duró más de medio siglo y que sólo nos dejó hambre y
miseria en la Península. Esto para no hablar, por ahora, de las implicaciones
de la Royal Dutch Shell en la desdichada Guerra del 41.
GRACIAS MAESTRO POR INSTRUIRNOS UN POCO MAS CON SU SAPIENCIA DE HISTORIA,
ResponderEliminarUN SALUDO FRATERNO DESDE ESTA TIERRA ORENSE
es una lastima que por un mendrugo, muchos seudos ecuatorianos se subleven ante el rugido de la corona y demuestren su entregismo
ResponderEliminar