Concluye
en estos días el proceso electoral de la Casa de la Cultura Ecuatoriana,
instaurado para elegir sus nuevas autoridades nacionales. Y concluye de manera
nada edificante debido a las
manipulaciones de la Presidencia de la
Institución y la llamada Comisión Política, ente extra legal que fue creado por
la Junta Plenaria, el máximo organismo de la Casa, con la finalidad de dialogar
con la Asamblea Nacional respecto del proyecto de Ley de la Cultura, pero que
terminó siendo el poder sobre el poder, la code analizarse esta turbia historia
en sus detalles. Por ahora señalemos algunos problemas de bulto que han surgido
en este proceso, del cual somos testigos excepcionales por haber recorrido las
24 provincias del país, manteniendo reuniones con los Núcleos Provinciales de
la Casa, así como diálogos con diversos sectores de la ciudadanía y con toda
clase de medios. Los problemas que saltan a la vista son dos vicios mayúsculos
de la Institución: el elitismo y el centralismo.
El elitismo ha convertido a la Casa en pequeños cenáculos donde unos
cuantos “cultos” viven del autoelogio, las condecoraciones, el favoritismo
editorial, los viáticos para reuniones y misiones intrascendentes. A parejas de
lo dicho, tenemos una notable ausencia de juventud, de nuevos creadores, de
nexos con las más importantes comunidades. Algunos datos lo confirman: por
ejemplo, en un país de 15 millones de habitantes, la membrecía total es de
apenas 3.700, de los cuales acudieron a las urnas menos del 50 por ciento, y en
Guayaquil apenas el 25 por ciento. Esto revela, de paso, absoluta falta de
interés en los destinos de la Casa. Respecto de la incomunicación con el
pueblo, hay casos de escándalo, como lo que sucede en Imbabura en donde ni la
crecida población indígena ni la población afrodescendiente que vive en el
Valle del Chota tienen relaciones con el Núcleo Provincial, pese a sus grandes
virtuosidades artísticas en el campo de la música y la danza. Igual ocurre con
los artesanos y artistas de la madera, de los tejidos y bordados.
En
cuanto al centralismo, este se ubica tanto en la Matriz como en las diversas
capitales de provincia, la primera concentrando su gestión en la capital,
Quito, y los directorios provinciales sin desarrollar ni crear los núcleos
cantonales, donde se concentran los sectores afectados de mayor marginalidad y
exclusión.
Otro
de los fenómenos detectados en el proceso es el caciquismo cultural instalado
por décadas en algunos núcleos provinciales, con dirigentes que mantienen
círculos de adictos sin perfil cultural alguno, inscriben miembros con criterio
clientelar, expulsan a otros sin el debido proceso y castigan a funcionarios y
trabajadores que no son de su simpatía o que se niegan al papel de
esbirros.
Estas
breves anotaciones de la punzante problemática de la Casa de Benjamín Carrión,
son únicamente indicios de lo que sucede allí, como un acumulado de décadas y
de varias administraciones. Superar esta situación es una suma de retos y
entraña toda una revolución.
Me parece una verdad que no solo es visible sino que se vuleve escandalosa. Sobre todo eso de entregar membresías sin mérito cultural. Muchos piden membresías para llenar carpetas y lucirse. Pobre sueño de Benjamín Carrión. A la Casa solo le falta que Rafael Correa se la tome.
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