Corría el año 1975, cuando un día de septiembre
varios ecuatorianos que por entonces colaborábamos activamente con el Centro
Cultural Simón Bolívar, de Estocolmo, captamos una inquietante noticia
procedente de Quito: el estallido de un golpe de Estado contra el
gobierno del general Guillermo Rodríguez Lara. La información agregaba que el
principal protagonista del suceso era el general Raúl González Alvear. Llamamos
de inmediato al embajador ecuatoriano en la capital sueca, un tal Uribe,
pidiendo datos al respecto. Típica “momia coctelera” el diplomático estaba en
la luna:
-
¿Cómo? ¿Qué golpe de
Estado? Por favor, si saben algo, me avisan.
Es que Uribe, para variar, estaba más
preocupado de algún jugoso negocio de armas con la fábrica Bofors que de
la suerte del país que le financiaba la dolce vita coctelera en que normalmente
se desenvolvía la diplomacia ecuatoriana. Cierto que el cuartelazo fue una
tragicomedia que luego se la conoció como “el golpe de la funeraria”, pues su
heroico jefe lo dirigió entre ataúdes, desde una empresa de pompas fúnebres
situada cerca del Palacio de Carondelet, luego de lo cual corrió a refugiarse
en la embajada norteamericana, solicitando asilo. Poco después, en Londres,
Philip Agee, ex oficial de operaciones de la CIA en el Ecuador, nos contó que
este general había sido jefe de inteligencia militar y que la CIA lo
quería tanto que lo llamaba cariñosamente “Raulito”. Bueno, este es otro
cantar. Volvamos a las “momias cocteleras”, como bautizó el Presidente Rafael
Correa a esta clase de diplomáticos.
Ahora, con motivo de la negativa de Correa a
concurrir a la llamada “Sexta Cumbre de las Américas”, las momias salen
de sus sarcófagos de plata para gruñir contra la medida soberana,
burlarse del gesto digno del Presidente, clamar a favor del “pragmatismo”,
lloriquear por la supuesta soledad en que quedará el Ecuador, etc.,etc.
Las plañideras, obviamente, son impulsadas y acogidas por los llamados
“medios independientes”, que así echan más leña al fuego conspirativo,
entre cuyas cenizas hay brasas peligrosas. Entre aquellas, una de las voces más
conspicuas es la de José Ayala Lasso, ex canciller del inolvidable Jamil
Mahuad, padrino de la banca fraudulenta. Efectivamente, en su artículo“Inasistencia a cumbres”, publicado en El Comercio el 7 de abril, Ayala sale
valientemente en defensa de estos conciliábulos panamericanos que nunca
sirvieron a los intereses del Ecuador ni de América Latina en su conjunto, para
terminar burlándose de "ese superhombre nacido en tierras ecuatorianas”, que es
nuestro primer mandatario, con lo que se coloca en la misma línea de aquellos
derechistas norteamericanos que, dentro y fuera del gobierno de
Washington, exigen la decapitación de todos los gobernantes del continente que
no se someten al látigo del amo imperial, comenzando, claro está , por Hugo
Chávez y Rafael Correa. Con lo cual se demuestra, de paso, que no sólo Egipto
tiene momias sino también el Ecuador, con la diferencia de que, mientras allá
las momias duermen caladas su sueño de milenios, las nuestras gruñen y bailan
al son de la pandereta yanqui.
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