La ecuatorianidad patriótica -puesto
que no toda la ciudadanía, desgraciadamente- sufrió en estos días un ataque de
indignación que en el corto plazo podría desembocar en incontenible furia
colectiva. Esto por causa de la injuria que sufrió el tricolor nacional a manos de unos cuantos servidores del imperio yanqui, que desplazaron nuestra bandera para enarbolar el pabellón norteamericano a todo lo alto y ancho, por dentro y por fuera, del Palacio de Carondelet, con motivo de la visita de Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos, erigido en una especie de inspector de colonias latinoamericanas, quien dos días antes fuera repudiado en Brasil por la prensa digna y aun por parlamentarios normalmente anti izquierdistas.
Claro que aquí, cuando se ha iniciado
la fiesta neoliberal con bombos y trujillos, llovieron los discursos zalameros,
los retratos a full color, las rogativas a Donald Trump y, en fin, el desborde
de cánticos a la gloria del Tío Sam, al que grandes empresarios, la banca
chulquera y los mercaderes de marca mayor le ofrecieron el país en bandeja de
oro y de petróleo.
Que se recuerde, nunca los gringos
recibieron tanta pleitesía en la tierra de Eloy Alfaro, justo en los días en
que se conmemoraba el 5 de Junio de 1895, fecha de la luminosa Revolución,
regada con sangre de generaciones libertarias inspiradas por Juan Montalvo.
A propósito de esta clamorosa ofensa al pendón de la Batalla de Pichincha y de Tarqui, es bueno recordarle a la juventud ecuatoriana la sucia y corrupta historia de La Venta de la Bandera, ejecutada en las postrimerías del año 1894 por el gobierno de terratenientes serranos y oligarcas guayaquileños -los gran cacao- utilizando nuestra bandera para un negocio mercantil y bélico durante la guerra chino-japonesa, a fin de servir a negociantes chilenos y a la banca norteamericana.
Cuando se descubrió la vil
transacción, en todo el Ecuador se levantó la juventud, arma en mano, para
castigar a los traidores. El General Manuel Serrano enarboló la bandera
insurrecta en El Oro y el pueblo de Guayaquil tomó el poder y llamó de
inmediato al General Alfaro para dar inicio a la grandiosa transformación. ¿Y
ahora? ¿No hay patriotas? La juventud, los soldados, nuestras valerosas
mujeres, ¿aceptarán pasivamente esta nueva venta de la bandera?.
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C. M. Mg. Luis Fernando Carvajal Herrera.
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El pueblo ecuatoriano, está cada vez tomando conciencia de las acciones de la gran burguesía nacional que aliada a Lenin Moreno y su camarilla y seguramente, mas temprano que lo que se espera, repudiarán esta política servil al imperialismo norteamericano.
ResponderEliminarSaludos desde Ambato. Siempre en espera de lo valiosos artículos.
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