Esto mientras Rafael Correa abre la ronda de oradores y es ahogado a cada instante por una oleada de aplausos, especialmente cuando afirma que el Comandante en Jefe no se fue y que se queda entre nosotros para siempre. Luego del mandatario ecuatoriano pasarán por la tribuna los más diversos representantes del planeta: de Sud África y Namibia, de Argelia y Catar, de Irán y Grecia, de Rusia y China, de Bielorrusia, de El Salvador, de las pequeñas islas del Caribe, la Nicaragua sandinista, la Venezuela bolivariana y chavista, la Bolivia de los indios y los mineros, un prototipo de gobernante progresista. En fin, de todas partes. Incluso del entrañable México, que se hace presente a través de su mandatario Peña Nieto. Todos aclaman el mismo nombre con suficiente fuerza como para que se oiga a 90 millas hacia el Norte, sin lograr que se destapen las orejas de Donald Trump, el cual sigue martillando sobre el “dictador brutal” y exigiendo que Cuba cambie de alma y corazón si quiere la amistad del imperio todopoderoso.
De allí que el guerrero antiimperialista por excelencia, deba enfrentar
nuevas luchas por la independencia de Cuba y de la Patria Grande: América
Latina y El Caribe. Pero además nuevos combates contra el colonialismo redivivo
por mandato del imperio, por la unificación de los pueblos del continente y del
mundo, por la paz universal y por “esa especie en peligro de extinción,
que es el hombre”, como lo advirtiera el profeta de Sierra Maestra en
Brasil en 1990, cuando la reunión de jefe de Estado del planeta para defender
el medio ambiente.
Hay también otras luchas enormes y urgentes a cargo del incansable
combatiente: la defensa de las revoluciones, del pensamiento revolucionario y
de la formación revolucionaria en todas partes, pero especialmente en nuestra
América, donde los gobierno de izquierda y progresista han sufrido aparatosas
caídas y las seguirán sufriendo mientras no combatan a pie firme y con hondura
a esos tres enemigos internos que son el sectarismo, el dogmatismo y el
burocratismo que, en conjunto, son el mejor caldo de cultivo de la
corrupción que enardece agobia y subleva a los pueblos, especialmente a
las masas marginadas y excluidas.
Sobre estos tópicos volveremos en próximas ocasiones. Por ahora, se nos
permita sumarnos al dolor y a la esperanza que cobija a las multitudes del
orbe, y que sin duda son mucho más agudos para quienes estrechamos más de una
vez la fuerte mano del Comandante en Jefe desde los días iniciales de la
Revolución triunfante.
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P.D. Le invito a que escriba su comentario en el recuadro de abajo, no
importa si está a favor o en contra. Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
Twitter:
@lufecahe
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